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Una actividad innovadora

Descubren la existencia de microalgas en los líquenes

Investigadoras de la Universidad de Valencia han descubierto recientemente la presencia de una gran diversidad de microalgas en los talos de los líquenes. Esta aportación desmonta el viejo paradigma de que los líquenes son asociaciones simbióticas entre un hongo y un alga, concepto modificado también hace pocos meses por el hallazgo de levaduras en estos microecosistemas. El trabajo, publicado en una revista científica, abre nuevas vías tanto a la investigación evolutiva y medioambiental como a la biotecnológica.

El estudio revela la existencia de una asombrosa diversidad de microalgas en los líquenes, donde se alojan muchas especies raras, o aún desconocidas, que actúan como productores primarios en los microecosistemas de estas simbiosis. "Muchas de las especies encontradas y desconocidas hasta ahora tienen aplicaciones biotecnológicas de primer orden", señala la investigadora principal del proyecto. "Incluso, algunas de ellas son productoras de auxinas -productoras de hormonas de crecimiento vegetal-, que actúan como biofertilizantes naturales", concreta. La metodología desarrollada ha permitido, a partir de un solo talo de liquen, detectar la presencia de 31 especies distintas de algas.

La importancia ecológica de los líquenes está demostrada científicamente desde hace décadas. Además de ser excelentes bioindicadores de la contaminación ambiental y de la calidad del aire, son organismos excepcionalmente resistentes a las condiciones adversas del medio ambiente, por lo que su capacidad para colonizar ecosistemas diversos es enorme. Incluso pueden resistir las radiaciones cósmicas.

Pero, ¿cómo se obtienen superalimentos a partir de microalgas? Víctor Casado, doctor en Ciencias y Tecnología de los Alimentos e Ingeniería química, y María Canga, bióloga, son los que mejor conocen el secreto de esta "pócima" marina. Lo primero es disponer de las microalgas, que en su mayoría son sacadas del Banco Español de Algas, gestionado por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. En los laboratorios de la Universidad de Oviedo tienen cepas de nueve tipos de microalgas -H. pluvialis, C. vulgaris, L. incisa y A. platensis (de agua dulce) y N. gaditana, P. tricornutum, T. suecia, T. chuii y F. galbana (de agua salada)-, que se conservan a una temperatura inferior que las que se cultivan a gran escala en el invernadero.

De esas cepas se extraen algunas células, que son introducidas en un recipiente mayor y que se mantienen a una temperatura más alta. "Vamos poco a poco escalando en el cultivo, porque las microalgas se tienen que ir adaptando despacio a las condiciones finales que van a encontrar en el invernadero, normalmente a una temperatura de entre 18 y 26 grados", explica María Canga, que detalla que este proceso "suele tardar siete o diez días".

Una vez en la planta de producción, que ahora se localiza en el exterior de la facultad de Biología, las microalgas crecen en columnas de unos cien litros cada una, ofreciendo un espectáculo de color en tonos verdosos. "La cosecha se hace cuando tú decidas. Depende de si la luz, la temperatura o los nutrientes -mezcla de nitratos, fosfatos y agua- aceleraron o no su crecimiento", aclara Canga. Su compañero Víctor Casado es quien dirige los pasos siguientes en el laboratorio: "Hay que deshidratar las microalgas y extraer sus compuestos bioactivos con dióxido de carbono supercrítico. Este mecanismo nos permite poder hacer extracciones sostenibles, sin utilizar solventes orgánicos que puedan contaminar el medio ambiente. En el caso de hacer cremas u otras aplicaciones farmacéuticas, se sacan aceites".

Detrás de esta descripción resumida del proceso "hay una tecnología muy grande", como reconoce Fidel Delgado. "Nosotros tuvimos que diseñar este método de extracción de compuestos. Y ahora nuestra producción cosmética es de tan alto nivel que si la vendiese una empresa potente pediría más de 1.000 euros por cada bote de crema", agrega Delgado. Además, los investigadores asturianos están trabajando ya con un novedoso producto, que demanda la industria alimentaria y, en concreto los grandes chefs, que es la ficocianina. "Es de los pocos colorantes azules no artificiales que hay en el mundo. Interesa su uso en la gastronomía, porque permite hacer platos azules naturales y tiene poder antioxidante", revela Víctor Casado.

La empresa gijonesa desarrolla de forma paralela a su línea de producción otros proyectos interesantes como el de Cogersa (Consorcio de Residuos Sólidos de Asturias) para reducir las emisiones a través del cultivo de microalgas, que captan el CO2 para crecer y además generan biomasa. Los responsables de Neoalgae, Ignacio Albert de la Rosa y Fidel Delgado, esperan multiplicar su producción de plancton antes de finales de año en una nueva planta en el polígono industrial Lloreda en Gijón. "Estamos sólo a la espera de recibir el permiso del Ayuntamiento. Nuestro objetivo es pasar de los tres metros cuadrados actuales de producción de biomasa seca a una tonelada anual", explica De la Rosa. Mientras, continúan cultivando estos supernutrientes con sabor y olor a salitre en la facultad de Biología, fruto de un convenio de colaboración con la Universidad de Oviedo. "Les estamos muy agredecidos", concluyen.

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