La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Me quedo en el pueblo | Bueida

Músico, estudiante y pastor

El quirosano de 22 años Pelayo Alonso - de Castro empezó con su rebaño - en 2013 cuando un vecino de Ricabo - le regaló una cabritina

Músico, estudiante y pastor

Pelayo Alonso de Castro es natural de Bárzana, capital del concejo de Quirós, donde vive junto a sus padres. A sus 22 años tiene muy claro que lo que le gusta es vivir en el pueblo y que no cambia el medio rural por ninguna ciudad, lo que no quiere decir que no le guste salir con su gente por ella en su tiempo libre. "Todo se puede hacer cuando quieres, vivir en el pueblo y estudiar, salir con tus amigos, en fin, todo eso", señala él, que recuerda que actualmente está realizando sus estudios en la Fundación Masaveu en Oviedo, "concretamente estoy haciendo un módulo superior de diseño de productos mecánicos. El saber no ocupa lugar y nunca está demás seguir formándose, aunque luego hagas otras cosas donde vives. Yo creo que todo lo que puedas aprender puede resultarte útil en el futuro", matiza.

Siendo muy joven ya se preparó como músico acudiendo a clases con Gustavo Eguren y Berto Varillas, profesores de la Banda de Gaitas Teixo-Manolo Quirós. "Iba a clase con ellos todos los sábados. Al final pasé a formar parte de la banda a partir de 2010 y toco el acordeón y el bombo", dice Pelayo, que con otros músicos también ha formado un grupo musical conocido con el nombre de "Los Llamargones". Señala Pelayo que está formado por cinco personas: "Gaita, bombo, saxo, acordeón y tambor. Lo fundamos en el año 2012. Tocamos en algunas fiestas y damos algún concierto", recuerda. "Los Llamargones" es como se llamaba una antigua explotación de mineral de hierro localizada en las inmediaciones del pueblo de Fresnedo.

Su otra gran pasión es su trabajo como pastor y su rebaño de veinte cabras. "Lo de las cabras fue casual. En 2013 un paisano de Ricabo me preguntó si quería una cabritina, y le dije que sí, y mira ahora. Son unos animales magníficos; de hecho, son los únicos que me gustan. Ahora tengo veinte que forman rebaño con las de otros dos pastores más. Las cabras las guardo en Bueida, pero en cuanto llega el buen tiempo ya suben para el puerto, que es donde tienen que estar. Son unos animales muy nobles, sobre todo cuando las crías de pequeñinas a biberón. Yo soy de los que piensan que a los animales hay que tratarlos bien, con respeto, con cariño, y así es como te salen bien, buenos, nobles y fieles", indica Pelayo, que habla con auténtica pasión de su oficio de pastor de cabras.

Y añade que "las cabras tiran al monte y es por algo, porque es donde están a gusto y donde se crían bien. Los pastos del puerto son muy buenos para ellas, una cabra criada en un prao es una cabra infeliz, tienen que andar por la montaña. El terreno que pisan y donde pastan es muy importante. El pasto que tenemos aquí en altura es buenísimo, tanto o mejor que en los Picos", afirma.

Al ser tres los pastores se reparten el trabajo, que es intenso. "En verano tienes que ir todos los días andando media hora por la pista y otra hora y media de subida, casi a 2.000 metros, pero como nos vamos intercambiando es más llevadero", señala Pelayo, quien también confiesa que entre sus animales tiene sus favoritas. La principal, "La Moruca", con la que suele hacerse selfies tan divertidos como el que ilustra esta página en la foto de arriba.

Compartir el artículo

stats