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La actividad agrícola, en lenta agonía

El paro se ceba con el campo asturiano, con la menor tasa de actividad en 30 años

Las ganaderías de leche caen hasta 1.811 en agosto, un mínimo histórico

Una vaca de raza asturiana de los valles. LNE

El paro agrario se enquista en Asturias. La tasa de desempleo subió en ocho comunidades autónomas en septiembre y la región fue una de ellas. El Principado, en consonancia con la caída de la actividad agraria, que se detecta de forma continua desde hace tres décadas, perdió 83 empleos en el sector primario, la mayoría de ellos vinculados a cierres de explotaciones ganaderas de leche y carne.

El número de efectivos registra sus peores cifras en treinta años. Los cotizantes a la Seguridad Social en la rama agraria suman 11.663, cuando en 2009 eran 15.060 y en 1987 suponían un total de 37.833, de acuerdo con datos del Gobierno del Principado. Sólo entre este ejercicio y el anterior el volumen de empleo ha bajado un -0,73 por ciento, según estadísticas del Fondo Español de Garantía Agraria (FEGA).

El sector lácteo constituye el ejemplo más llamativo. Tras romper la barrera psicológica de las 2.000 explotaciones, quedan oficialmente 1.911 ganaderos con entregas constatadas a la industria. Aunque la producción se mantiene, los ganaderos dudan que el número de kilos pueda resistir con nuevos cierres en el horizonte.

La sangría continúa y no por anunciada y esperada es menos inquietante. El empleo en el campo asturiano bajó desde el 11,7 por ciento al 2,9 por ciento entre los años 1994 y 2016. De forma paralela ha ido descendiendo el porcentaje de hectáreas cultivadas.

En el caso del maíz forrajero, principal cultivo de la región, junto a la patata, las plantaciones se han reducido en 1.317 hectáreas desde 2014, pasando de un total de 8.630 hectáreas cultivadas a las 7.313 actuales, según datos de la Encuesta sobre superficies de cultivo publicada por el Ministerio de Agricultura.

En el campo cunde la preocupación, sobre todo porque si hasta ahora la pérdida de músculo ha ido compensándose con la concentración de la producción, fundamentalmente en el sector lácteo, en estos momentos es casi imposible buscar "recambio" a una ganadería que echa el cerrojo. Encontrar relevo generacional se ha convertido en una especie de misión imposible. Para tratar de dinamizar un poco el panorama el Gobierno del Principado ha lanzado una nueva convocatoria de ayudas para jóvenes que decidan incorporarse al sector agrario. Una de las novedades es que los beneficiarios solamente tendrán que devolver el porcentaje de ayudas correspondientes a la parte de los proyectos no realizada. En otras ocasiones la no finalización de un segmento de la obra suponía el reintegro de todos los fondos percibidos.

Los dirigentes agrarios mantienen un escepticismo expectante ante el futuro. En las aldeas no existen demasiados motivos para el optimismo. Un buen ejemplo es La Cerezal, pueblo del concejo de Tineo netamente ganadero -al menos hasta ahora-, donde José Ramón García Alba "Pachón", ganadero y secretario general de la Unión de Campesinos Asturianos (UCA-UPA), resiste con una potente explotación que ronda el centenar de reses de asturiana de los valles.

Pachón sabe de lo que habla cuando analiza la desafección de los jóvenes hacia el campo. Es padre de cinco hijos y ninguno de ellos tiene pensado heredar la ganadería. "Yo tampoco quiero que se dediquen a esto; no es vida para nadie. Para ejemplo ya tienen el nuestro", asegura. García Alba tampoco pone paños calientes a lo que está ocurriendo. "Con el cierre de una ganadería se va un pueblo entero, así de claro".

En su opinión, atajar el abandono del campo asturiano es casi imposible. El fenómeno, de ámbito nacional, europeo y por supuesto, mundial, se ceba con Asturias por las especiales condiciones orográficas del terreno y una estructura de caserías basadas en minifundios.

La concentración parcelaria que proponen estudiosos de la cuestión, como el economista José Luis Marrón Jaquete, puede aliviar el problema, pero no será la panacea. Y es que lo importante es atraer actividad a los núcleos rurales, y dejar de poner el acento de las ayudas de desarrollo rural en fomentar el repoblamiento de las aldeas. Ésa es la idea que mantiene Ramón Artime, ganadero de leche en Verdicio, presidente de ASAJA-Asturias y vicepresidente de la Interprofesional Láctea española. "Es inútil pretender que la gente viva en un entorno hostil para muchas de las necesidades actuales; pero sí se puede intentar subvencionar la apertura de empresas ligadas al sector agroalimentario en las zonas rurales".

En ese intento desesperado por revitalizar el medio agrario y a tenor de los datos, también parece claro que la batalla debe darse en el sector de los cultivos vegetales, con la faba, el kiwi, la vid y los pequeños frutos como ejemplos de rentabilidad. El valor de la producción final agraria (PFA) asturiana ascendió en 2014 a cerca de 470 millones de euros, de los que 310 correspondieron a la ganadería y 150 millones a la producción vegetal. La actividad ganadera sigue a la cabeza, pero poco a poco las plantaciones arañan alguna hectárea. El resto de los ingresos lo aportaron actividades no agrarias y los servicios a la rama agraria, un subsector que sí experimenta ligeros aumentos cada año, tal como explica el anuario de la alimentación en España elaborado por Mercasa.

El panorama agrario se ennegrece aún más por la reducción de ayudas agrarias europeas que se avecina, cuestión de la que nadie habla abiertamente, pero que todo el sector da por hecha, debido, fundamentalmente, a las repercusiones del "Brexit" en el nuevo marco presupuestario comunitario a partir del año 2021.

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