Le Castellet (Francia),

J. PINO

Cuando te presentas en el circuito Paul Ricard comienza un largo proceso para convertirte en el menor tiempo posible en «piloto» de F1. Lo primero, el equipamiento. Mono ignífugo, botines, casco, guantes y sotocasco. Ya eres un clon de Fernando Alonso o Nelson Piquet, sólo que con algunas decenas más de kilos y también bastantes años más.

Los «briefing» a cargo de monitores por las distintas salas del circuito son la constante de las primeras horas, salpicadas de algún que otro escarceo para visitar los box donde se encuentran los monoplazas, desde los F1 Renault a los Mégane Trophy y los Fórmula Renault de las monomarcas de circuitos.

El aprendizaje lleva buena parte de la jornada, y es que llegar, sentarse y pilotar, vamos a decir conducir, el F1 sería casi imposible. Por ser conciso, no podríamos ni moverlo por el pit lane. Sin el proceso de puesta en marcha bien aprendido, el coche se calaría constantemente.

Trayectoria idónea

La gráfica del trazado del circuito Paul Ricard, así como los distintos elementos del F-1 están por todas las salas. Con puntos de distintos colores se señala en el trazado dónde hay que frenar, reducir, girar el volante e ir al vértice de la curva. En principio, todo muy fácil. Luego hay que llevarlo a la práctica.

El monitor recalca: conviene frenar con decisión y luego quitar presión para no bloquear. Luego, acelerar progresivamente y sólo cuando la dirección esté totalmente recta. Parece un consejo más, luego iría viendo que era muy importante.

Del monitor que instruye sobre el trazado y sus teorías, al monoplaza de la Fórmula Renault, un coche con 185 caballos, cambio secuencial de 6 velocidades, sus alerones, ruedas de competición e incómodo interior de difícil acceso.

Baqueteado tras unas vueltas en las que intentas aprender las trazadas, pasas por la sala de telemetría, donde te ponen «rojo» por los errores cometidos, y eso con un coche con la cuarta parte de potencia que un F-1. La cosa, evidentemente, no es tan fácil.

Viene luego, el fisioterapeuta. Éste te somete a diversas pruebas de esfuerzo, tensión y actúa con diversos ejercicios físicos sobre la resistencia del cuello, cadera y tórax. Para los reflejos, una máquina denominada Batak.