La entrada del horario de invierno en la madrugada del pasado domingo supone disfrutar de menos horas de luz durante los próximos meses y, por tanto, hay más posibilidades de que la noche caiga justo cuando estamos al volante. Para que la conducción nocturna y los riesgos que conlleva no desanimen a coger el coche incluso a los conductores más experimentados conviene recordar una serie de consejos.

Distancias. Con la oscuridad, la percepción de los objetos se reduce, por lo que la distancia de seguridad entre vehículos debe aumentar respecto a la conducción diurna. Ya que no es posible medir en metros, sí es posible hacerlo en segundos. Dejar más de tres segundos con respecto al coche de delante es lo indicado para evitar un posible choque en caso de una brusca frenada.

Vista. Para los ojos, conducir de día y de noche es completamente diferente. Si el conductor detecta pérdida de visión o alteraciones durante la conducción nocturna, la visita al oftalmólogo es obligada. La seguridad del conductor, acompañantes y otros usuarios de la vía está en juego. Además, si se utilizan gafas para conducir, los cristales deben estar totalmente limpios sin mota alguna de polvo. Aunque esto pueda parecer una obviedad, nunca hay que confiarse.

Habitáculo. De noche hay una luz que sobra y que es conveniente no utilizar: la del interior del habitáculo. Si se viaja con las luces interiores encendidas, se reduce la visión exterior, ya que el ojo se acostumbra a un grado de luz completamente diferente al que hay fuera, provocando que la distancia de visión se reduzca. También es aconsejable reducir la intensidad de iluminación del cuadro de instrumentos del salpicadero. Si está oscuro fuera, mejor así también dentro.