El buen tiempo multiplica los desplazamientos por carretera y el particular relieve español obliga a circular sobre puentes. Estas estructuras requieren cierta atención por parte del conductor. La altura de los puentes hace que las condiciones meteorológicas se endurezcan. En zonas montañosas, a mayor altura, más intensidad del viento y menos temperatura, lo que favorece la formación de humedades o placas de hielo, por lo que es necesario reducir la velocidad. Por otro lado, como la anchura es menor a la de las carreteras convencionales, los atascos son más frecuentes. Teniendo en cuenta que una colisión en un puente puede tener peores consecuencias que en una calzada convencional, hay que conducir siempre a menor velocidad, aumentar la distancia de seguridad y mantenerse alejado de los extremos por el peligro a sufrir movimientos bruscos del vehículo. Aunque es casi imperceptible, son infraestructuras que se mueven, lo que provoca cierta inestabilidad, haciendo que los neumáticos no tengan la misma adherencia.