Muerto Carlos III, su hijo y sucesor Carlos IV, casado con su prima María Luisa de Parma, comenzó a reinar el año 1789. Salvo una breve interrupción quien realmente gobernó España, con facultades omnímodas fue su valido Manuel de Godoy, que muy joven había ingresado como guardia de Corps, al servicio de los reyes. Carlos IV era un bonachón, vacilante, de corta inteligencia, sumiso siempre a la voluntad de su prolífica esposa. Un día, en San Ildefonso, Godoy, que escoltaba la carroza de la reina, se cayó de su caballo. Ella, mujer sensible, dio un grito, y bajó a auxiliarle. Surgió «el flechazo». Era un joven educado, simpático, de apuesta figura. Desde ese día, la reina y el propio rey fueron sus protectores. Los ascensos, honores y múltiples títulos y condecoraciones que le fueron otorgados estuvieron, sin duda, relacionados con el lazo amoroso que le vinculó a la reina. A sus 25 años, Manuel Godoy fue nombrado primer secretario de Estado, gobernando con facultades omnímodas. Cuentan que, cada mañana, la reina le enviaba al palacio donde él residía un ramo de flores. Y no cabe duda de que por él arriesgó María Luisa su honor y su vida. Un día, en la servilleta del rey aparece un anónimo. Decía que Godoy era el amante de su esposa. Reacción. Carlos IV casó a Godoy con su sobrina, la condesa de Chinchón, hija de su hermano Luis. En otra ocasión nos ocuparemos del intento cortesano de envenenar a Jovellanos y de por qué tras recibir los reyes al muy famoso marino Malaspina, Godoy ordenó encerrarlo en un castillo. Nuestro tema es el motín de Aranjuez.

En 1796 se había firmado el tratado de San Ildefonso, que nos alió con Francia, frente a Inglaterra. En 1805 perdimos por ello nuestra flota en la batalla de Trafalgar, hundida por los ingleses. La España de Godoy presagiaba otros males. El había negociado el tratado de Fontainebleau (1807), por el que se autorizaba a Napoleón a pasar por territorio español, para ocupar militarmente Portugal, lo que se hizo realidad. El corso aprovechó la ocasión para cruzar el Pirineo con muchas más tropas de las acordadas, que invadieron parte de nuestro territorio, con ánimo de conquista. Su jefe fue Joaquín Murat, cuñado de Napoleón. El aquel tratado se acordó también algo que no se cumplió, la división de Portugal en tres partes, con la previsión de concederle al infausto Godoy la del Sur-Los Algarbes, para reservarle allí un Principado.

La familia real andaba a la gresca. El hijo, Fernando, enfrentado con su madre y con Godoy conspiró contra su padre. Quería sustituirle. María Luisa y Godoy, junto con el rey registraron sus papeles. Se le abrió un proceso al pretendiente. Se descubrió la trama, pero su padre le perdonó. Godoy, ante tanto soldado francés, temió por los reyes y por sí mismo. Les aconsejó que se instalaran en Aranjuez para que en caso necesario llegaran a Sevilla para embarcar hacia América.

En la noche del 17 al 18 de marzo de 1808 se produjo una reyerta entre partidarios de Fernando, Príncipe de Asturias, y partidarios de Godoy, juguete de los planes napoleónicos, a quien se atribuía la desgraciada política llevada hasta entonces y de los enfrentamientos familiares de Fernando con sus padres.

El altercado obligó a Godoy a esconderse en un desván un día enero, donde fue descubierto bajo una alfombra. Fue maltratado y herido gravemente por el populacho, librándole de la muerte por los guardias de Corps y el propio Príncipe de Asturias, que dio palabra de llevarle ante la justicia.

El día 19 se reanudó el motín. Entonces el rey, Carlos IV, por temor a mayores males, abdicó en su hijo Fernando. Un nuevo monarca había sido legitimado por la voluntad popular en nuestra patria. Esta acción popular daría lugar a una nueva época, enlazando prontamente con los actos del 2 de mayo, en los que el pueblo fue su protagonista.