Oviedo, David ORIHUELA

Tarde de verano, junio de 2007. Parque de San Julián de los Prados (Oviedo). Protagonistas: Zaida Hernández, su perra «Éboli». La chica pasea a su mascota y entabla conversación con un hombre, Félix, que pasea a otro perro:

(Recreación)

Félix: La familia de mi esposa tiene en Colloto un trastero lleno de cosas, y no sé qué vamos a hacer con ello.

Zaida sigue en silencio.

Félix: Encima estamos pagando un alquiler, y tal como están las cosas...

Zaida (interesada): ¿Y qué clase de trastos tenéis allí?

Félix (tranquilo, descriptivo): Nada, trastos viejos, ya sabes: quince cámaras de cine, como trescientos rollos de película?, es que mi suegro tenía un cine y coleccionaba estas cosas cuando se enteraba de que cerraban otros cines de la zona.

Zaida Hernández, estudiante de Historia del Arte, no podía creer lo que estaba escuchando. «Es como si Félix le hubiese dicho: "Tengo «El grito» de Munch, que lo robé el mes pasado en Oslo"», relataron sus amigos.

Es la primera escena de la película de un descubrimiento, el del material que durante años había ido acumulando Eduardo Martínez, «el Mazarico», el suegro del hombre del parque (Félix).

Hernández telefoneó a su amigo Christian Franco Torre, corresponsal de LA NUEVA ESPAÑA en Noreña, que, dentro de los trabajos de su tesis doctoral, preparaba la ponencia «Patrimonio cinematográfico y fotográfico en Asturias», que en octubre de ese mismo año presentaría en el Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA), donde se dio a conocer públicamente el descubrimiento.

De inmediato se pactó un encuentro con la familia y una visita «al famoso trastero», como lo denominó Franco Torre. Fue el 19 de junio, y en aquella primer incursión participaron Franco Torre, Zaida Hernández, el historiador Nicolás Alonso, el director de cine José Manuel, «Samu», Fuentes, el fotógrafo Álvaro Fuente y el director de tesis de Franco Torre, el profesor de Historia del Arte Vidal de la Madrid. Aquel día «Éboli» se quedó en casa.

Fue una mañana de sorpresas en la que contabilizaron una veintena de cámaras de proyección, además de multitud de artefactos y accesorios relacionados con la gestión de los cines, alrededor de 300 bobinas de celuloide, en su mayoría de películas comerciales de los años sesenta y setenta del siglo XX. No obstante, también encontraron diversos materiales inéditos, como documentales presumiblemente rodados por el propio Eduardo Martínez, quien además de propietario de salas de cine era gran aficionado a realizar sus propios trabajos, lo que le llevó a ser corresponsal del «No-Do».

Los visitantes sabían que aquello era importante, pero no cuánto, así que lo certificaron el 11 de abril de 2008 cuando volvieron al trastero acompañados de Ramón Rubio, técnico de la Filmoteca Española. En un estudio más profundo de los materiales encontraron de veinte películas inéditas, tres de ellas, en nitrato de celulosa, el material en el que se realizaba la película cinematográfica hasta la década los años veinte del siglo pasado.

Y ahora, ¿qué? Todo muy bien, material más que interesante, pero en un trastero de Colloto.

La misión era salvar aquello, las películas, las cámaras, y recuperar la memoria de Eduardo Martínez.

Los «descubridores» se pusieron en contacto con dos de los ayuntamientos «más potentes», dicen ellos, de Asturias para que se hiciesen cargo del material. El primer intento fracasó tras varios meses.

A caballo entre 2008 y 2009 el proyecto de recuperar el material llega a la mesa de Jorge Fernández León, viceconsejero de Cultura del Principado, que no dejó pasar la oportunidad. Fernández León mostró interés por los fondos y se puso en contacto con los descendientes de Eduardo Martínez. Se llegó a un principio de acuerdo, aquello se sacaría de allí para catalogarlo y conservarlo.

Ya conocemos el planteamiento y el nudo de la película, pero falta el desenlace.

El Principado no quería que aquello se perdiese, pero tampoco sabía muy bien qué hacer con el material. Así que llamaron a Zaida Hernández y a Franco Torre. ¿Tenéis alguna propuesta, alguna idea de quién se puede hacer cargo? Era octubre de 2009 y a Franco Torre le salió la vena familiar. Se crío en Langreo, ciudad a la que tiene gran querencia, y allí está Jorge Rivero, director del festival de cine de la localidad y persona de confianza de Franco Torre, con el que ya había hablado del material.

A finales de noviembre del año pasado personal del Ayuntamiento de Langreo vio la colección. Estaban muy interesados.

Desenlace: el Principado adquiere el material y lo cede temporalmente (19 años) al Ayuntamiento de Langreo, que se compromete a conservar, catalogar y difundir los fondos. Fin.