Sotrondio, E. PELÁEZ

«Tener miedo de tu propio hijo es muy duro», afirma Rufina S., la madre de Sotrondio que fue presuntamente agredida con un cuchillo el pasado lunes por su hijo, un joven de 31 años con problemas mentales. La mujer, que fue atendida en el centro de salud de la localidad, sufrió «cortes leves en las manos y los antebrazos», según aseguraron fuentes de la Policía Nacional.

Cuando los agentes llegaron a la vivienda, tuvieron que reducir al joven, I. G. S., que se mostró «nervioso» e intentó golpearles. El pasado martes pasó a disposición judicial. La titular del juzgado de instrucción número 2 de Laviana ordenó su internamiento en el área de psiquiatría del Hospital Valle del Nalón, donde permanece ingresado.

«Cogió un cuchillo de cortar jamón y me dijo: te voy a cortar el cuello», señaló la madre que relató que cerca de las diez de la noche cuando ella estaba preparando un café en la cocina apareció su hijo, con un cuchillo. «Había un neno conmigo y me ayudó, porque sino no lo cuento», aseguró Rufina S., que añade que es la primera vez que su hijo intenta agredir a un familiar. «Siempre había sido contra él mismo», dijo a la TPA, en referencia a un intento de suicidio.

Rufina lleva cuatro años intentando internar a su hijo en un centro especializado para tratar su enfermedad. «No sé quién me puede ayudar», comentó. La madre, que vive sola con su hijo, teme otro brote psicótico. «Intento matarme y me siento impotente. Tengo pánico. Necesito ayuda, pero no hay centros donde llevarlo», afirmó, pensando en la vuelta a casa de su hijo, que recibe tratamiento médico. De hecho, indicó, éste fue incrementado ya que «oía voces».

Rufina no se explica cómo pudo desencadenarse esta situación: «No sé cómo pasó esto. Yo le doy las pastillas y no sé si después las escupe». Esta madre recuerda que su hijo es «cariñosísimo» con ella pero en sus episodios psicóticos «yo soy el bicho más malo». «Son personas que están bien y a los cinco minutos mal», subrayó. «Es mi hijo y a mí me duele», aseguró esta madre que clama por una solución a esta situación. Hasta ahora, su hijo ha sido ingresado durante quince días o un mes, tras cada una de sus crisis, pero después vuelve a casa y tarde o temprano llega otra crisis.

I. G. S. apenas cruza la puerta de su vivienda. «No quiere salir, va de la habitación al salón...», apuntó. Rufina ya piensa en la vuelta de su hijo. Llegará a casa, destacó, «y yo tendré miedo y no podré dormir». Cuando hace cuatro años le diagnosticaron la enfermedad mental que padece no pensó que llegarían a esta situación en la que, recalcó, «no hay vida para él y menos para mí». «Esto hay que pasarlo», señaló esta vecina de Sotrondio que añadió: «Esta vez lo cuento pero igual la próxima vez no». Porque su hijo es «fuerte y grande» y, según confiesa su progenitora, «ya no puedo con él». En otra ocasión anterior su entorno le aconsejó que pusiese un cerrojo en la puerta, pero Rufina no consideró que fuese necesario. Hasta ahora, su hijo no había intentado agredirla.