Hablar de la II República es referirse al período histórico de nuestro país en el que se desarrolló un mayor empeño cultural y educativo. Efectivamente, la República instaurada en 1931 consideró la educación un servicio público universal y se planteó la tarea de llevar la cultura a todos los lugares, en la convicción de que se trataba de dos premisas básicas para alcanzar la justicia social.

Ese esfuerzo cultural y educativo de la II República tuvo incluso su continuidad durante el conflicto armado. Experiencias como las Misiones Pedagógicas o las Milicias de la Cultura, pioneras en Europa, fueron posibles gracias al esfuerzo y compromiso de intelectuales convencidos de la necesaria alfabetización y educación sociopolítica para la transformación social.

La II República hundía sus raíces en los principios de una Ilustración que no había llegado a España. Según este modelo, el hombre se salva por sí solo, por el saber y la razón. Es primordial que el hombre participe, que sea digno de los acontecimientos de la Historia. España conoció una etapa de esplendor que estaba inspirada en un modelo cuyo valor supremo eran la educación y la cultura de las personas en su óptica de cambio social, un esfuerzo truncado tras la guerra con represión y muerte.

Tras cuarenta años de la «larga noche de piedra» del franquismo y treinta y dos desde la aprobación de la actual Constitución, ¿qué queda de aquel ideal? Durante las últimas décadas el neoliberalismo ha impuesto el pensamiento único a través de la dictadura del mercado en todas las esferas sociales. Como en cualquier confrontación ideológica, la imposición también se ha dado en el terreno cultural: la supremacía de los valores de la competitividad, el individualismo y la insolidaridad han traído, entre otras consecuencias, la mercantilización de todas las esferas sociales, incluida la educación y la cultura.

A la crisis económica hay que sumar una gran crisis cultural derivada de la gran derrota sufrida por la izquierda real en el siglo pasado, a la que ha contribuido con papel protagonista una seudoizquierda cuyo papel ha sido decisivo para la aniquilación de los principios elementales de su cultura. Ha sido esa seudoizquierda la que ha equiparado en estos años los principios del comunismo con el fascismo, la que ha atribuido en exclusiva la modernización del país a los poderes económicos, la que ha desmovilizado a los trabajadores, la que ha convertido la televisión basura en el principal medio de socialización de la ciudadanía. Ha mercantilizado el ocio y ha transmitido lo que los poderes económicos desean, vaciando a la sociedad de referentes.

Es la creación de una mentalidad sumisa la que garantiza la aceptación sin condiciones de las políticas más antisociales que aseguran el proceso de acumulación del capital. Las medidas antisociales de hoy en Grecia son las medidas de mañana en España. Pretenden superar la crisis los que la han generado con las mismas medidas que nos llevaron a ella, apagando el fuego con gasolina y creando las condiciones para una crisis mayor sin precedentes en la Historia.

La lucha del PCE está en generar la alternativa, practicando el debate ideológico para construir una alternativa que vaya desde lo concreto hasta el horizonte de la construcción del socialismo y el comunismo. Porque el único medio para superar la crisis es la transformación en profundidad del sistema. Un sistema que devuelva la centralidad al ser humano frente al mercado, y en cuyo seno la cultura y la educación estén al servicio de la construcción de una nueva sociedad sin explotados ni explotadores. En palabras de Dolores: «¡Honor a la inteligencia que sabe ponerse al lado del pueblo!».