Pola de Laviana,

C. M. BASTEIRO

Ángel Catalán Suárez quiere que un juez revise su sentencia de divorcio. Por ley, tiene que pagar cada mes 320 euros a su hijo, de 20 años, y sigue haciendo frente a la hipoteca de la casa donde vive su ex mujer, lo que supone un desembolso de otros 170 euros mensuales. En total, 490 euros, una cantidad que no puede afrontar porque sobrevive con un subsidio de 426 euros. Con los números en la mano, afirma que su situación «es desesperada». Ya ha pedido al juez que revise su sentencia de divorcio, pero no lo ha conseguido. Ayer protestó a la puerta de los Juzgados de Laviana.

«Me divorcié hace siete años, cuando trabajaba como transportista», explica Catalán. Por aquel entonces tenía «un buen sueldo» y la sentencia de divorcio se redactó según su situación económica. Hace dos años, con la llegada de la crisis, este hombre de 50 años y natural de Blimea, perdió su trabajo y empezó a cobrar el paro.

Dos años después se le acabó el subsidio de desempleo y empezó a recibir la ayuda de 426 euros. Es su único sueldo y vive «gracias a mi madre, que me da un techo y se hace cargo de la hipoteca de la casa de mi ex mujer y mi hijo». Su madre tiene 83 años y es minusválida.

Empezó a recibir los 426 euros el año pasado y fue entonces cuando pidió al Juez que revisara su sentencia, pero se lo denegaron. Ayer empezó su protesta, a la puerta de los Juzgados de Laviana, pero si nadie le da una solución amenaza con tomar medidas más duras. «Estoy dispuesto a ponerme en huelga de hambre, ir al Ministerio de Justicia andando o lo que sea», afirma.

Su situación empeoró a principios de este año, cuando su mujer consiguió una sentencia a favor en la que le reclama el pago de la manutención de su hijo de los meses de junio, julio y agosto. El juez dictaminó que Ángel Catalán debe de pagar 1.350 euros a su mujer, en concepto de las tres mensualidades más las costas judiciales.

Aún no ha hecho el pago, «porque no tengo dinero», pero quiere que su situación cambie. Por eso, según cuenta, «busco trabajo a todas horas, he repartido cerca de cien currículum». Fue transportista, pero ahora aceptaría cualquier trabajo. «No me caen los anillos por hacer nada, solo quiero salir de esta pesadilla», concluye.