Todo arde en fiestas. Desde los sitios más inverosímiles llega gente, esperan pasarlo bien y, si es barato, mejor que mejor. Cuando escribo estas líneas, alguien me pregunta desde Sama de Langreo: «¿Dónde estás, aquí o allá?». La respuesta es fácil, porque para el interlocutor estoy «allá». Y añado: «toy vieyu, nun toy pa jolgorios, encuéntrome muy a gusto en casa». Vamos, que por no variar año tras año, me quedo con el recuerdo de todo ese xareu que se mueve alrededor de unas fiestas, como San Juan en Mieres, San Pedro en La Felguera después y ahora Santiago en Sama: ¡buenos tiempos aquellos! Los míos y los suyos. Quien me conoció y aún se acuerda, lo mío no era echar a correr precisamente, ni mucho menos bailar exhausto hasta el amanecer. Sí podíamos quedar de cháchara hasta que nos echasen, alguna voz más alta que otra pero siempre dentro de una cordialidad y hasta de unos buenos chistes tontos que nos desternillasen de risa. Y ese es hoy mi recuerdo, la remembranza del aún disco duro en el «tanque», como llamaba a mi cabeza el peluquero que lo fue durante más de cincuenta años. Él, mi fígaro, sí era un conversador nato que, difícilmente, hablaba más que yo: ¡qué ya es decir!

Y dentro de las fiestas, hago un paréntesis a quien no solo conversa y envidio, a quien trabaja sin descanso y solo por amor? ¿al arte? A alguien como Florentino Martínez, presidente de la Asociación Langreanos en el mundo -a mí siempre me gustó más «?por el mundo», ese universo sin fin que, sabe Dios, igual encuentran en Marte algún langreano de pro-. Florentino y creo que en algún momento lo dije, está próximo a tener esa facilidad que solo los creyentes en Dios mantienen en su fe: el don de la ubicuidad. No sé cómo coño se arregla, pero está en todas las partes, aparece en los lugares más inverosímiles y, ¡oiga!, no se cansa. Trae y lleva a quién sea. Lo mismo organiza algo internacional, que?, ¡qué sé yo!, lo que usted quiera. ¡Bien por el chico, bien! Es chico porque su corazón es de joven.

Pretendo cerrar este artículo con algo de humor. En el primer párrafo les comenté la importancia que tiene el hablar, el conversar con ánimo constructivo, el ser tertuliano de una agradable y hasta seductora charla. Bien, pues los vecinos y habitantes de Leganés, al sur de Madrid, sufren la presencia de unas veinte cotorras -pájaros charlatanes para mayor aclaración, con pico y pluma verde rabiosa- cerca de sus casas y al lado del gran centro comercial y de ocio «Parquesur», anidando en los árboles, graznando como auténticas salvajes y comiendo todo lo que encuentran en el suelo. ¿Qué quién los trajo? Eso es mucho preguntar, aunque su procedencia es de la Argentina -no será por el acento, sino por la especie, creo-, con lo que los leganenses y ante la desmedida multiplicación de la estirpe, creen oportuno que emigren a su país de origen. Nada, nada, que les saquen un billete de clase turista y que les libren de tales lenguaraces.