Es digna de todo encomio la labor realizada por Langreanos en el Mundo en cuanto a promover lazos asociativos entre aquellos langreanos a los que distintos avatares vitales o profesionales han alejado de su lugar de origen. En este sentido, hay que elogiar el ingente trabajo realizado por su presidente, Florentino Martínez Roces, y demás componentes de la Junta Directiva para mantener una excelente y activa página web, a la vez de informar puntualmente por medio del correo electrónico de todos aquellos acontecimientos que puedan revestir un interés para un espectro de langreanos mucho más amplio que el de los miembros asociados. Con ser muy importante la labor de mantener un vínculo virtual entre los langreanos, trasterrados o no, la función de Langreanos en el Mundo quedaría incompleta si no se fomentara el encuentro directo entre aquellos que viven lejos de Asturias. Esta misión queda cumplida con la concesión anual de los galardones «Langreanos en el Mundo» y la Distinción Solidaria. Mediante el primero se distingue a aquellas personas que, vinculadas a Langreo, destaquen en su país de residencia por su trayectoria en cualquier disciplina o ámbito profesional. La segunda premia a una persona de edad que, viviendo fuera de España y estando vinculada a Langreo por nacimiento o ascendencia, no haya podido visitar el municipio en los últimos años porque se lo haya impedido su situación personal o familiar. El acto de entrega de estos galardones constituye un motivo de reunión para todos aquellos que residiendo fuera de Asturias quieran reencontrar por unos días sus raíces y confraternizar con los asistentes al mismo. Esta celebración resulta especialmente emotiva por su formato de solemnidad contenida, en el que tienen cabida discursos sentidos y el folclore de nuestra tierra. Es de justicia destacar que estos premios no serían posibles sin el patrocinio de Rafael Velasco Cadenas, langreano de pro y ejerciente con los hechos, que ofrece además LangreHotel como marco de los mismos y de la posterior espicha que cierra un encuentro jalonado por sentimientos de amistad y de pertenencia a un colectivo de valor intangible.

El pasado año me cupo el gran honor de ser distinguido con el galardón «Langreanos en el Mundo», en el que había sido precedido en los años anteriores por personas tan señaladas como Purificación Neira González (directora de Salud Pública y Medio Ambiente de la Organización Mundial de la Salud), Juan Luis Iglesias Prada (secretario General de la Fundación Príncipe de Asturias) y Carlos Álvarez-Novoa (actor). Todas las organizaciones que conceden premios o distinciones especiales tienen la difícil y a veces poco agradecida tarea de seleccionar los candidatos, para la cual no hay baremos aplicables al ser muy diversas las actividades a las que estos se dedican, lo que inevitablemente da pábulo a cierta subjetividad. Estoy seguro de que hay langreanos con mayor número de méritos de los que yo pueda tener (resulta sorprendente la cantidad de personas relevantes que ha dado Langreo) y que mi designación en buena medida se haya debido a una mano amiga que convenciera al resto de los miembros del jurado, a los que agradezco de todo corazón haberme hecho sentir profeta en mi tierra. Igualmente, tuve el gusto de compartir escenario con quien recibió la Distinción Solidaria, el metalúrgico José Ramón González García «Monxu», afincado en México desde hace más de 60 años y que no había tenido ocasión desde entonces de retornar a la tierra que le vio nacer. Una vez más se demostró que las personas grandes no son las que triunfan cara a la galería, sino aquellas que saben mirar hacia dentro de sí mismas y ponen en práctica valores tan universales como el servicio a su comunidad, la honestidad y el trabajo bien hecho.

Finalmente, quisiera animar a la junta directiva de Langreanos en el Mundo a proseguir la trayectoria que se han marcado y que desde ese singular edificio que es la Torre de la Quintana, cual faro varado tierra adentro, continúen emitiendo destellos que alcancen no sólo el valle del Nalón sino a toda una emigración ansiosa de no cortar el cordón umbilical con ese trozo de Asturias en el que hunden sus raíces.