Ayer despedimos a un buen amigo y compañero. Despedimos a Julio César, una persona con la que he tenido la fortuna de mantener una estrecha relación, personal y política. Hace aproximadamente diez años que nuestros caminos se cruzaron. En aquel entonces, Julio, junto a otras personas, trabajamos activamente para preparar la campaña electoral de 2003 que permitió al PSOE ganar la Alcaldía de Langreo. Mientras yo asumí la máxima representación municipal, él se convirtió en Alcalde de Barrio de Riañu. Pasados cuatro años, Julio entró a formar parte del equipo de Gobierno, asumiendo responsabilidades hasta su muerte.

El pasado martes en plena Junta de Gobierno recibí la noticia de su fallecimiento. Son momentos, que por lo inesperado, generan un sentimiento de rabia, dolor e incredulidad. En estos días hemos intentado arropar a su familia y acompañarle en esta recta final que culminamos ayer. Al mediodía, la Corporación Municipal, a la que pertenecía, le despedimos, por última vez, en un sencillo acto en la Plaza del Ayuntamiento de Langreo.

Es éste, uno de esos momentos en los que al recordar a la persona salen a relucir buenas palabras, que en este caso son de alabanza tanto para su labor política como a nivel personal, y que no por esperadas son menos justas. He de reconocer sus valores y entrega y no puedo olvidar que Julio antepuso sus obligaciones y su labor como Concejal a su salud, trabajando hasta el último momento, participando como portavoz socialista en el largo Pleno celebrado el pasado jueves. Ha sido una persona con unas firmes ideas democráticas que las defendió desde muy joven, mostrando su activismo tanto sindical, en el SOMA, como político, en el Partido Socialista, del que fue el primer Secretario General de la Agrupación langreana allá por el año 79.

Su compromiso social también lo demostró con su participación en el mundo asociativo tanto desde la asociación de vecinos de su pueblo, como en el Proyecto Hombre o desde la alcaldía de barrio de Riañu entre los años 2003 y 2007.

Posteriormente, en el tiempo dedicado a la política municipal ha dado a los debates la clase, el respeto y la elegancia que la dedicación a lo público merece. Es de justicia reconocer que ha dejado el listón muy alto en los debates plenarios y en la política local.

De él hemos aprendido mucho, no solo sus compañeros de partido sino todos los que han tenido la oportunidad de conocerle, porque con su actitud aportó honestidad, lealtad y un saber hacer a la vida municipal.

Julio era ante todo una persona inteligente y sensible, hábil negociador y amante de la filosofía de cuyas citas se servía para articular su discurso. Sin embargo, cubría estas virtudes bajo un caparazón que le mostraba, a veces, como una persona ruda y distante. Los que le conocíamos le preguntábamos el por qué de esto y nos decía que era para disimular su gran timidez.

En definitiva, si por algo debemos recordarle en el ámbito público fue por ser un firme defensor de sus convicciones socialistas, siempre basándose en los valores democráticos y el respeto, y en lo personal, para mí, Julio siempre será mi amigo.