El médico Vicente Vallina nació en febrero de 1914, en la aldea de San Pedro (Sotrondio), con abuelo trabajador en la mina y padre picador y vigilante en el pozo «Barredo» de Mieres. Con 16 años, inicia la carrera de medicina en Madrid, con prácticas, a la conclusión, en el Hospital Provincial madrileño. Después retornó a Sotrondio y ejerció en le mina «La Piquera» y continuó en el Sanatorio Adaro, donde obtuvo plaza fija. Durante la contienda de 1936 atendió a los heridos de ambos bandos y prestó asimismo -al ser movilizado- asistencias en los frentes de León y Oviedo, desempeñando su actividad a la finalización de la Guerra Civil, en la cárcel del Principado. En el año 1950, es nominado como director del Adaro y para completar y ampliar la especialización, acude en Inglaterra a unos cursos sobre métodos para coordinador de hospitales mineros.

En el año 1954, edita un libro versando acerca de la rehabilitación laboral, completando un baremo de compensaciones por accidente en el trabajo. El ministro de Trabajo, José Antonio Girón -creador de la Laboral gijonesa- le reclama para su gabinete y, en 1968, cesa en la dirección del dispensario al ser designado como vicepresidente del Patronato que administra el establecimiento hospitalario.

Desde 1976, comparte su profesión en el Adaro, como cirujano en el Hospital «Valle del Nalón» y crea e inaugura la primera unidad de quemados de Asturias. Se jubiló en 1982. El Gobierno regional, presidido por Sergio Marqués, le concedió la «Medalla del Principado» en 1997 y, poco después, recibió la «Gran Cruz del Mérito Civil». Hijo adoptivo del Valle del Nalón -comprendiendo cuatro concejos- con calles impositivas en Sotrondio, Sama y Oviedo, fue presidente de las S.A.C.O.T (Sociedad Asturiana de Ortopédica y traumatología).

Falleció con 89 años, en 2003, después de una vida entera dedicada al socorro y asistencia de enfermos-heridos, con entera dedicación y sensibilidad, transformando la medicina en una disciplina evidente y sencilla. La mayor alabanza con que se puede recordar y calificar, fue la frase como le trataban los mineros de que «era uno de los nuestros». Como anécdota se puede relatar, la del momento en que reconocía a un picador, le comenta que detentaba cemento en los pulmones, piedras en el riñón y agua en el estomago; contestación: «coño, ya puedo hacer un chalé».