Uno de los calificativos mas destacables entre los asturianos ye llamai a un personajillo ¡Babayu! Cuando vemos un maizal, solemos llamar babayu al maizón más altu de la huerta, pero sin embargo, pese a ser tan grandón, el labrador sabe que esi maizón sólo le va a servir para forraje del ganado porque el babayu nun tien panoya.

¿Qué se puede esperar de una persona que, cuando debido a su cargo - electo, por supuesto- debe razonar en sus respuestas, denota que no es inteligente, vamos, que ye simplón? Mejor se tenía que haber callado en ese festival sidrero, cuando arremetió con una actitud de auténtico engreído contra los mineros prejubilados. Todo el mundo debe saber que la sidra tien que bebese de pie. No sé si al político de turno y concejal de Foro en el Ayuntamiento de Gijón, le darían algún culete de sidra en ese festival entre charla y charla. Como lo reflejó la semeya del citado festival, estaba sentado, y en esta posición, en ocasiones, la sidra puede dar problemas. Aunque el edil lo sintiera, debería haberlo pensado dos veces antes de hablar. ¡Qué la minería se debía haber cerrado hace tiempo! A mí, personalmente, no me lo puedes decir. Gracias a la minería, cuando toda España era un mundo de silencio, la palabra «libertad» se logró comprender en toda la nación, ya que las primeras huelgas después de la Guerra Civil fueron protagonizadas por mineros. Cuando España tenía las fronteras cerradas, por las que no entraba absolutamente nada, era el carbón que se arrancaba en las minas con el sudor de los mineros el que calentaba los hogares de toda España en los inviernos fríos. Gracias al carbón no se pagaba en divisas el mineral que debería fundir los altos hornos de Fábrica de Mieres, La Felguera y Ensidesa. Gracias al carbón se fomentó una España moderna. Pero es evidente que con los tiempos, la minería, y en concreto la asturiana, se quedó obsoleta. Pero lo fue porque primero sus propietarios -prefiero omitir nombres- nunca procuraron modernizar sus instalaciones. Además, Hunosa no se fundó con la finalidad auténtica de proteger a las minas y sobre todo a los mineros. Mucho menos, con la finalidad de ubicar en las cuencas mineras industrias que deberían mantener la vida laboral en esos entornos.

Seguro que hoy, cuando le recorten al ministro de turno la prensa nacional, pedirá que le manden unes botelles de sidra para brindar con unos culinos el desafortunado desatino que ha tenido un concejal de Cultura de Gijón con los prejubilados de la minería, porque ya no es él sólo el que burdamente ataca a los que todavía hacen de mineros en Asturias patria querida.

Más que nunca, hoy, yo soy minero.