Un reto personal me llevó a descubrir China, la cual no definiría como un país, sino que la trataría de «planeta». Ningún occidental puede venir de China con la sensación de volver de un país como los que conocemos de nuestro entorno. Aquello es otra cosa.

Mi decisión de irme a explorar el mundo asiático se debe a mi convencimiento de que en pleno siglo XXI podría encontrar, si no más, al menos las mismas oportunidades que buscaron los aventureros a lo largo de la historia. Lógicamente, mi situación era menos complicada: me marchaba a cambio de dejar la seguridad y comodidad que me ofrecía la empresa familiar. Un precio alto para algunos, sin embargo a mí me ha compensado porque me ha dado una visión de la vida inimaginable.

Después de tres años en Shenzhen, provincia de Cantón, y ahora andar a caballo entre España y mi ciudad china, puedo decir con satisfacción que soy un enamorado de la cultura oriental, es una experiencia que recomiendo a todos los que hoy se definen como emprendedores. Pues si bien abrirse camino no es nada fácil, más bien hay muchas dificultades, debido fundamentalmente a las diferencias culturales, sí se puede decir que administrativamente resulta muy fácil abrir allí un negocio. Estaría bien que quienes en nuestro país hablan de políticas emprendedoras se dieran una vuelta por muchos otros lugares que sí ofrecen apoyo y no trabas a los que se inician en el mundo empresarial.

Ahora bien, esta decisión no la tomé de un minuto para otro, pues ya en el colegio, mientras mis compañeros aspiraban a ser funcionarios, yo quería ser astronauta, creo honestamente que ese subconsciente soñador me ha llevado a vivir en la apasionante China, mientras que mi carácter emprendedor me sitúo en Langreo, donde Valnalón es el ejemplo internacional del emprendimiento. Estando seguro que uno no es sólo de donde nace, sino de donde su corazón también le dicta, tengo que decir que estoy orgulloso de ser socio de Langreanos en el Mundo, asociación que me ha brindado la oportunidad de convertirme en un feliz adoptado de este municipio de las Cuencas, sin renunciar a mi condición de avilesino.

Esta adopción langreana me ha permitido formar parte de un proyecto empresarial, del que también forman parte dos felguerinas. El mismo tiene por objeto la fusión cultural entre el occidente y el oriente, enfrentándose al desafío que supone abrir las fronteras del conocimiento, romper las barreras que separan dos culturas tan diferentes pero que confluyen, por ejemplo, en lo transcendental de la familia y los valores que la misma representa. Así, con nuestra empresa en Hong Kong pretendemos acercar a los chinos la cultura española a través de servicios de e-learning.

Y como continuación de lo anterior, confiamos que nuestro objetivo sea posible gracias a la motivación de las jóvenes generaciones, por lo que en agosto iniciaremos con nuestra empresa española Instituto Internacional de Cultura Spanish Up S. L. la organización de campamentos de chino (www.spanishup.com) para contribuir modestamente en la educación de los más jóvenes para eliminar los temores que nos produce convivir con otras costumbres y tradiciones. Temores desde mi punto de vista infundados, pues personalmente en China me he sentido tan bien acogido como en Langreo, por ello permítanme la recomendación de no perderse la oportunidad de introducirse en la cultura de este gigante asiático.

Este paso nos abrirá la mente, comprenderemos mejor las diferencias, descubriremos las concordancias, nos preparará para buscar oportunidades y nos facilitará la buena convivencia, que todos los seres humanos debemos fomentar, por encima de creencias y divergencias religiosas, políticas culturales o del tipo que sean.

De esta forma fluirán más ideas, mas emprendimiento, eso sí, que nuestros políticos se dejen de palabras y realmente observen lo que se hace en otros países para tomar medidas eficaces de apoyo a los emprendedores. Casi todo está inventado, hasta las naranjas de la China.