La escuela del siglo XXI tiene que ser una escuela de preguntas, porque hacerse preguntas es más interesante que dar respuestas. Esta afirmación corresponde a Jaume Carbonell, pedagogo, profesor y exdirector de la revista "Cuadernos de Pedagogía" que presentó en la Casa de la Buelga de Ciaño su publicación "Pedagogías del siglo XXI". El acto, organizado por la Universidad de Oviedo y "Cauce del Nalón" en colaboración con el Club LA NUEVA ESPAÑA de las Cuencas, fue presentado por Francisco Villar y José Luis Busto, que describió el libro como "un ensayo abierto que invita a la reflexión y genera preguntas hablando de educación con mayúsculas".

Jaume Carbonell comenzó su intervención comentando las novedades en las pedagogías del siglo XXI, centrándose en ocho tendencias que tienen un poso teórico, pero también experiencias prácticas en las aulas y gente que trabaja en red. El escritor propone un viaje al futuro aprendiendo de los viajes anteriores, porque "si queremos avanzar hay que reconocer el pasado, resistir el presente y construir el futuro". Por eso hizo un rápido repaso de los movimientos pedagógicos previos, desde los clásicos griegos y romanos a los del siglo XX, pasando por el Renacimiento o la Ilustración. Todos esos antecedentes incidieron en el protagonismo del alumnado, la importancia del contexto social y cultural. y siempre con un criterio moral detrás. Unos elementos que se mantienen en las actuales pedagogías, pero con profundos cambios en el contexto sociocultural y económico, la vida cotidiana y la institución familiar. Un cambio que viene acelerado por la irrupción de las tecnologías de información y comunicación que "generan nuevos hábitos, comportamientos y socialización de la infancia y la juventud". Por ese motivo incidió en que la clave está en el uso y quien controla esas tecnologías.

La educación avanza porque se enriquece con otros campos del saber como la neurociencia, la genética, la antropología cultural o el pensamiento sistémico. El pedagogo reivindicó ese carácter interdisciplinar porque "los seres humanos son más innovadores cuando están conectados en redes que comparten conocimiento". Un elemento sobre el que incidió durante un buen rato, recordando que está creciendo vertiginosamente en las últimas décadas a una celeridad que genera incertidumbre. Diferenció entre información y conocimiento, porque la primera son solo datos mientras que el conocimiento consiste en razonar la información y transformarla en un saber que ayude a comprender la realidad en su complejidad. También se han producido cambios en la percepción de la enseñanza y aprendizaje, destacó.

En su intervención hubo tiempo para la preocupación y las alertas. "Crece la ciencia pero no crece la moral, muy necesaria para la construcción de una ciudadanía, libre, ética y democrática" sentenció ante el público que llenaba la sala, Una preocupación que trasladó a la información que está presente en la calle a todas horas, por lo que "ya no tiene sentido que el profesorado dicte lecciones y sea un mero transmisor de contenidos, así que sería más útil que la escuela fuera un espacio de debate, experimentación e investigación". En sus reflexiones finales recordó el peso de las leyes que condicionan la realidad de los centros y las aulas y las fortalezas y debilidades de las innovaciones, que están llenas de avances y retrocesos. Por eso "debemos vencer el aislamiento, la soledad y el individualismo, que se conseguirá con apoyos, recursos y referentes".