"La música forma parte de mí, no podría estar sin ella. Me acompaña, me cambia el estado de ánimo o me sirve de terapia, según el momento. Es mi vida". Carla Miranda no exagera. Canta desde que tiene uso de razón y empezó a tocar la guitarra con cinco años. Hoy, con 22, esta langreana se asoma a una prometedora carrera profesional tras finalizar el pasado mes de junio sus estudios en Historia y Ciencias de la Música. Su expediente académico, con una nota media de 9,01 (el más brillante de su promoción), le ha permitido obtener el premio fin de grado de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), con el que la entidad reconoce desde 2004 el talento de los jóvenes musicólogos. Miranda tiene el grado profesional de guitarra y chelo, canta en la Schola Cantorum Virgen del Carbayu y forma parte del grupo de violonchelos del Conservatorio del Nalón.

En la familia de Miranda no hay músicos profesionales, pero la pasión por este arte siempre ha estado presente. De niña acompañaba a sus padres a las actuaciones de la Orquesta Sinfónica del Principado y se sentaba con ellos en el sofá del salón de casa para escuchar los vinilos de boleros de su abuelo. Sin embargo, todo empezó mucho antes. "A mi madre, cuando estaba embarazada, le aconsejaron reposo y poner música para relajarse. Creo que ahí fue donde empecé a dar patadas, para acompañar el 'tatatá' de la quinta de Beethoven", relata esta langreana con humor.

Miranda recuerda que, con tres años, solía disfrazarse para interpretar canciones infantiles. Con cinco empezó a tocar la guitarra y, siendo una niña, también entró a formar parte de la Coral La Felguera "Maestro Lozano", para pasar después a la Schola Cantorum Virgen del Carbayu. Siendo adolescente compaginó sus estudios de Secundaria con los de guitarra y violonchelo en el Conservatorio: "Es cierto que siempre le eché muchas horas, pero la música es mi pasión; no concibo la vida sin ella. A mí me sirvió para inculcarme autodisciplina y aprender a organizarme; además hice grandes amigos en el Conservatorio".

El paso natural de Miranda, tras finalizar sus estudios en el instituto, fue matricularse en Historia y Ciencias de la Música. Concluyó la carrera el pasado mes de junio, con unas brillantes calificaciones que han llevado a la obtención del reconocimiento de la SGAE. "En la carrera me gustaba sobre todo lo relacionado con el análisis musical formal y la etnomusicología y el folclore. Me interesa especialmente la música española previa al siglo XIX, tanto composiciones sacras como teatro lírico".

La joven langreana asegura que aprecia todo tipo de estilos. En su reproductor de música conviven en armonía piezas de Mozart, David Guetta, Iron Maiden, Amaral o villancicos del siglo XVI. En cada curso, a las canciones habituales de su repertorio personal se sumaban unas 300 audiciones que tenía que conocer para poder analizar en clase. "Por lo general me gustaban las composiciones que nos ponían como tarea, pero había otras que eran un tostón. No tengo buen recuerdo de Rousseau, que también era músico y me parecía muy repetitivo", reflexiona.

El oído clínico de Miranda le permite entretenerse si no hay notas cerca, una habilidad especialmente útil en los viajes de vuelta desde Oviedo, cuando a veces tocaba escuchar la retransmisión de los partidos en la radio del autobús. "No me gusta nada el fútbol y lo que hacía era escribir perfiles melódicos, con escalas de tonos graves y agudos, según avanzaba la narración; es como si estuvieran cantando. Al final todo lo que hay a tu alrededor es música; está en las tiendas de ropa, en los anuncios de la tele o en las sintonías del telediario".

Futuro

La joven musicóloga pretende orientar su carrera profesional hacia la "enseñanza superior y la investigación". De momento, está inmersa en un máster de Patrimonio Musical. "Me gustaría mucho dar clases en la Universidad y hacer investigaciones vinculadas con la música española contemporánea. No sé si para ello tendré que salir de Asturias, pero estoy preparada. Aunque mi objetivo es vivir y trabajar aquí si es posible", apunta Miranda.

También tiene la ilusión de compaginar su labor con la Schola Cantorum Virgen del Carbayu, a la que pertenece desde hace años. Miranda cree que la tradición de formaciones corales existente en Langreo y en las Cuencas en general puede estar en peligro por la falta de relevo. "El problema es que hay muchos coros y poca gente nueva que se vaya sumando. Yo soy la más joven de mi agrupación y seguiré en ella mientras esté en Asturias y me sea posible seguir acudiendo a ensayar", apostilla la musicóloga de La Felguera.