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MARCOS M. MERINO | Director de "ReMine"

"No se sabe cómo son las Cuencas, se ven con prejuicios, un lugar feo, del minerón"

"En 'ReMine' enseñamos ese universo desconocido, el sentido del humor es tierno pese al aspecto casi voraz del minero, hay calidad humana..."

Marcos M. Merino, en el pozo Fondón de Langreo. FERNANDO RODRÍGUEZ

Marcos M. Merino (Gijón, 1973) es el director de la película "ReMine. El último movimiento obrero", que reflejaba el día a día de las huelgas mineras de 2012. El documental ha ganado premios en festivales como el de Sevilla, Nantes, Buenos Aires o Marsella. Hace ya algo más de un año de su estreno, pero sigue cosechando éxitos allá donde se proyecta. Los últimos, en el Festival de Cine de Marsella.

-¿Qué balance hace de la acogida de "Remine", tanto en España como en el extranjero?

-Ha sido sorprendente, ha sobre pasado las expectativas que teníamos. Al final los trabajadores del mundo están fastidiados, es algo que vemos donde la proyectamos, ya sea Francia, México... y la historia de los mineros y de su huelga acaba teniendo mucho sentido en cualquier lugar. Europa está perdiendo su movimiento obrero, casi todos los países tenían sus grupos organizados, ahora apenas existen. Además, me parece que con el paso del tiempo, en vez de envejecer, el tiempo corre a su favor, hace que sea más llamativa la historia.

-¿Por qué apenas hay ya movimiento obrero, si las desigualdades se mantienen?

-Europa ha deslocalizado gran parte de la industria y eso es determinante. También hay un problema de conciencia de clase, ahora tú y yo, que somos periodistas, nos dicen que somos clase media. Durante más de veinte años nos han dicho eso. Somos trabajadores. Un minero, que se llama Gelu, me dijo: "Hay dos tipos de trabajadores. Los que trabajan y los que viven de los que trabajan".

-¿Qué papel juegan los sindicatos hoy en día y dentro incluso de la propia película, del sector minero?

-La minería es una excepción, tiene una afiliación del 97%, es una disfunción dentro de un país con un 6% de afiliación. Es una anomalía a nivel español y europeo. No hay ningún colectivo como los mineros en cuanto a nivel de poder organizar cosas, con el paraguas sindical, pero con un apoyo total de los trabajadores. La manifestación de Madrid fue un ejemplo. Autobuses, bocadillos, las salidas, pancartas... para miles y miles de personas. En cuanto los sindicatos, hay necesidad de renovación, pero como pasa con la política, con la justicia, con el periodismo, con el cine, o con toda la sociedad. Vivimos en un paradigma de renovación obligada. Los sindicatos no se libran, el mundo cambia y tenemos estructuras del siglo XX en el XXI.

-¿Por qué un periodista económico, 12 años en Telecinco, lo deja y pasa a hacer un documental como "Remine"?

-Es casi al revés, la pregunta sería, ¿por qué estuve tantos años haciendo economía? Yo fui a Madrid a estudiar Imagen y Sonido, para hacer cine. El destino hizo que acabase de periodista económico, especializado, era joven, con salario fijo... la clase media. Pero se juntaron muchas razones. El nivel del periodismo y del periodismo en televisión había rozado el nivel de la ignominia, era insostenible. Mi pareja, Marta (Crestelo), productora de la cinta, estaba conmigo, me apoyaba. Trabajaba conmigo y decidimos abandonar ese mundo. Queríamos contar las historias que queríamos, no las que nos pedían otros. Fue una apuesta.

-¿Por qué la minería?

-Yo era consciente del proceso de reconversión, del cierre de las minas en 2018 al que obliga la Unión Europea... sabíamos de que iba a haber una protesta, tarde o temprano, pero no en el momento en el que vinimos. Estuvimos antes casi un año documentándonos, haciendo entrevistas, sin rodar nada, tomando algo con la gente. Vivimos ocho meses en Turón. Llevaba muchos años en Madrid y quería conocer la historia, sin estereotipos ni prejuicios, alejarnos del minero dinamitero. No tenían cuernos, ni nada parecido. Vimos las emociones y decidimos hacer la película, para ver las cosas que distinguen las Cuencas de otros lugares.

-¿Cuáles son esas cosas?

-El tema emocional es importante, su idiosincrasia es distinta a la de Asturias. Me voy a Gijón y con tan poca distancia, no se tiene ni idea de cómo son las Cuencas. Se vive en el prejuicio. La imagen fuera es de un lugar feo, industrial, del minerón, de los mensajes interesados sobre las prejubilaciones, de la reconversión... Hemos querido enseñar ese universo que no conocen. El sentido del humor es tierno, pese al aspecto y fuerza física casi voraz de los mineros. Hay calidad humana.

-¿Cómo fue el proceso para ganarse la confianza de los trabajadores?

-Perseverancia. Formaba casi parte del mobiliario. Era la única manera. Al primer rodaje vine con un cámara y un ayudante, y no funcionaba, no podíamos aproximarnos a la gente. Al final fue más importante el tiempo que estuve sin rodar. Era un forastero, nadie me conocía, de hecho al principio incluso pensaban que igual era un policía. Pero con el paso de los días y viendo como volcabas información, intentando ayudarlos, cooperando, captando una detención de un minero que se hizo de forma irregular... la clave fue tener empatía.

-Participó en la marcha a Madrid...

-Fue clave, dormir, comer, soñar con ellos. Rompimos barreras, yo con la cámara, pero al ver la película se sorprendieron. Al final hacer un documental es algo inmoral, tú estás tratando artísticamente la vida de otras personas. Y ese momento de exponerla, diciéndoles "esta es vuestra vida como la veo yo".

-Dentro de la propia película se obvian ciertos temas sindicales, apenas se muestra a líderes, como Villa, que con el tiempo, ha acabado involucrado en temas de corrupción...

-Quería hacer una película sobre seres humanos de las Cuencas. Entrar en el tema político y sindical era hacer otra cosa totalmente diferente, y me interesaba mucho el aspecto antropológico, que cualquier persona del mundo empatizara con la gente de las Cuencas. Los sindicatos me interesaban como elemento narrativo, por la trama de la huelga y la negociación. Un personaje como Villa me parecía que me metía en el lodo, y como periodista tengo que entender bien las cosas para contarlas. Si no las entiendo, lo tengo mal como narrador para contarlo. Con Villa ya había cierto proceso de cambio, se veía en las asambleas. Se veía que estaba terminando, su presencia fue esporádica, no sé si por salud o por motivos políticos. Estuvo en situaciones puntuales. Sólo sale en dos o tres planos. Y uno de ellos es la salida de los encerrados en el pozo Santiago, donde una de las niñas le da un codazo, sin querer, es un matiz del montaje, una niña a la que coge el minero en brazos. Era un mensaje sutil.

-La primera gran proyección fue el Niemeyer, ¿cuál fue la reacción?

-Mil espectadores, estaba asustado, veníamos de recoger el premio del Festival de Sevilla, entradas agotadas, eran gratis, queríamos que fuese así. Estaban los protagonistas y hubo una reacción increíble, estuvieron como 10 ó 15 minutos aplaudiendo, fue el mayor éxito de todos. Lograr que se sintieran indentificados, luego que la película estuviera dos meses en las salas...

-"Remine" ha recibido gran cantidad de premios...

-Es casi una anomalía que una película tan pequeña lo haya logrado. Conseguir estrenar en cines comerciales fue un logro, en doce en toda España, un milagro, y más un documental. Ahora en proyecciones internacionales crea interés, y tengo la esperanza de que la película sirva para estimular a otros. El mundo del cine ha cambiado, hay una lucha de clases pendiente... estamos ante la oportunidad de los hijos de los trabajadores. Hacer cine era cosa muy cara, había que tener apoyos económicos. Nosotros la hicimos con una cámara de 1.500 euros. Ahora podemos narrar nuestras historias. En Asturias hay muchas por contar. Es cuestión de talento e interés, ya no hay tanta barrera económica. Espero que "Remine" quite miedos.

-¿En qué trabaja ahora?

-Hicimos un cortometraje para el Día de las Letras Gallegas, "A noite é necesaria", y hemos parado para no tomar decisiones equivocadas, ha sido una apuesta vital. Vamos a seguir haciendo películas, hay un par de propuestas de series de televisión, estamos en ello. También hay un proyecto de alfabetización, para tratar de aproximar el cine a los chavales, empezaremos por Langreo, en los institutos. Que vean que es una salida profesional. Hay una gran distancia entre la sociedad y la cultura, y hay que convencer a la gente de que no es un elemento repleto de titiriteros que vivimos de las ayudas. La cultura es determinante para el espíritu crítico, para evolucionar. Hace falta una aproximación a la gente joven. También la intención es transmitir la cultura minera.

-¿A qué se refiere?

-Hubo una ruptura de la transmisión cultural, fruto de este proceso de reconversión tan perverso. Te encuentras con gente de 16 años que no sabe ni lo que es la silicosis, ni un costero, y te hablo de las Cuencas.

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