Vegadeo, Jorge JARDÓN

Victoria Abuin, hija única de un ex concejal vegadense, no quiso que la tradición se perdiera en la familia y, aprovechando las enseñanzas de su padre, que era un afamado guarnicionero de Vegadeo, comenzó a dedicarse en sus ratos libres a todo lo relacionado con el cuero. Le gustaría encauzar sus pasos hacia esta actividad, pero tendría que contar con una mayor actividad, ya que su trabajo de bolsos, cinturones, pulseras, sillones de cuero, llaveros y carteras se limita a compromisos con amigos o a cumplir encargos concretos de algún vecino.

El caso es que Victoria Abuin se divierte cada día con una de sus aficiones, la marroquinería, una actividad que le entusiasma desde niña. Se encontró con toda la maquinaria de su bisabuelo, de su abuelo y la de su padre y aprendió de su padre a distinguir las pieles, a cortarlas y a coserlas. De todas formas, le entusiasma experimentar, de ahí que haya aprendido a repujar las pieles. De su padre aprendió también a coser, manejando a un tiempo la lezna y las agujas y colocando unas mordazas entre las piernas, mientras que ahora la gente, por lo general, utiliza un tridente que, golpeado por un martillo, perfora los agujeros en el cuero.

Con todo, su padre se negó a enseñarle a hacer albardas porque le pareció poco apropiado para una mujer, a pesar de haber sido una de sus principales actividades, aunque el mundo de los caballos se ha acabado: los pueblos se han ido deshabitando y donde antes existían veinticinco personas con caballo ahora sólo quedan seis vecinos. Igualmente, en Vegadeo siempre hubo tres guarnicioneros y ahora no queda ninguno. Él se dedicó a este trabajo durante casi sesenta años.

Victoria Abuin, que se considera una tímida integral, no se cataloga como artesana, sino como una simple aficionada, y trata de no hacerle competencia a nadie, pero sostiene que la gente no aprecia la artesanía por la cantidad de tiempo que lleva hacer cualquier cosa por insignificante que parezca.