Los boaleses han vuelto con la sensación de ser mejores personas; compartir el dolor y el sufrimiento con supervivientes y con familiares de víctimas les ha hecho diferentes. Saben que ellos han cogido el testigo de su testimonio para que esa parte negra de la historia de Europa no se olvide. «Tenemos la obligación moral de transmitir todo lo que pasó para que nunca se repita».

Los cinco jóvenes viajaron acompañados de Concepción Sanfiz, la profesora encargada del proyecto, que recuerda como otro momento muy especial la conmemoración de la liberación del campo de Mauthausen. Allí, delegaciones de todos los países que sufrieron la pérdida de alguno de sus ciudadanos hicieron diferentes actos de reconocimiento. «Los polacos, con misas; los judíos, con oraciones, y nosotros, con nuestra lectura. A la vez que leíamos, escuchábamos a los demás, y eso fue muy impresionante. Ahí se generó un sentimiento común que sin la barrera del idioma hubiese sido algo mágico», recuerda la profesora.

Fueron cuatro días de muchas emociones, de conocer las penalidades, los abusos y el maltrato que sufrieron millones de personas en aquellos fatídicos años. «Me parece increíble todo lo que soportó esa gente y lo jóvenes que eran muchos de ellos; estaban en lo mejor de la vida y se la robaron», recuerda José Méndez. Tener delante las cámaras de gas, recorrer los ciento ochenta y seis peldaños de la mítica escalera del campo de Mauthausen o conocer de primera mano las historias de varios supervivientes de los campos son, quizá, la experiencia que más huella les ha dejado. «No es lo mismo leer un libro que ser testigo de ello, vivirlo en primera persona», reconoce Iván López.

En sus conciencias y en su pensamiento una idea prevalece: «Se cometieron muchas atrocidades que no deben volver a pasar. Algo así no puede volver a suceder», señala Mónica Pérez.

Ya están de vuelta, pero seguro que todavía sus cabezas están lejos de sus casas, a varios miles de kilómetros de su instituto de Boal. Son Sandra Álvarez, Iván López, José Méndez, Mónica Pérez y Cristina Vázquez, alumnos de 1.º de Bachillerato del Centro Público de Educación Básica Carlos Bousoño de Boal que desde el 15 al 18 de este mes realizaron un viaje que marcará el resto de sus vidas. Durante esos días estos chavales visitaron algunos «santuarios del horror» de la Segunda Guerra Mundial, varios campos de exterminio nazis como Mauthausen, el Castillo de Harthei, Gusen y Ebensee. Lo hicieron junto a otros nueve centros de Aragón y Cataluña, invitados por la Asociación Amical de Mauthausen y otros campos y de todas las víctimas del nazismo en España, gracias a un proyecto de bibliotecas escolares que el centro viene realizando desde 2005 sobre holocaustos.

Boal, Sergio PÉREZ