Jorge JARDÓN

Grandas de Salime,

Las tierras grandalesas, allá donde Asturias y Galicia aún se confunden, son una zona llena de contenido como para pasar un fin de semana completo, debido a que su rico patrimonio hace que uno se sienta en un territorio lleno de hallazgos y de sorpresas. No es de extrañar que haya sido catalogado como una de las puertas de entrada del parque histórico del Navia.

Dentro de Grandas, tres ejemplos claros de su pasado: la colegiata del Salvador, en el centro del pueblo, cargada de interés arquitectónico en su conjunto, destacando por su excelente portada románica, así como por las figuras humanas talladas en las jambas; y el Museo Etnográfico, que le convierte en uno de los de mayor afluencia de Asturias.

Se trata de un museo vivo, en el que el visitante puede presenciar trabajos de telar, fragua, molino, vino, torno, cestería e incluso recientemente ha sido instalada una ermita. En tercer lugar, el castro Chao Samartín constituye un aliciente indudable. Y además está acompañado de un aula didáctica en la que se muestra todo lo concerniente a la historia del yacimiento castreño de Chao Samartín y de todo el material aparecido en las excavaciones. Junto a estos factores histórico-culturales, el pueblo en sí reúne alicientes de sobra para despertar interés. Uno de ellos es una visita al salto de Salime, tanto en el exterior como interiormente, en donde uno puede contemplar las esculturas de la entrada y el mural interior pintado por Vaquero Turcios. Pero el embalse ofrece una serie de alternativas únicas, como lugar de baños, de pesca y de paseo en la embarcación de servicio del embalse, que permite navegar gratuitamente hasta alcanzar las tierras gallegas. La grandiosidad del embalse y la sorpresa continúa a sus orillas con lugares oportunos para la acampada, ofreciendo una oportunidad poco menos que irrepetible. Pero también el imponente Navia puede seguirse desde tierra. Una carretera permite acceder a esa zona aún poco conocida en la que el Navia se convierte en guía y compañero inseparable. Además, el acceso a los pequeños caseríos de la ruta obliga al río a desnudarse ante el visitante y a mostrar su belleza más recóndita. El viaje constituye un buen ejercicio para la imaginación y la fantasía. Pasando Grandas, a muy pocos kilómetros, cuatro núcleos animan el trayecto: Robledo, que semeja un pueblo castellano ennegrecido por el paso del tiempo; Fabal, Arreigada y Castianelo, donde el turista encontrará el mejor ejemplo de paisaje y paisanaje. Grandas siempre sorprende en su visita y por eso lo mejor que uno puede hacer es acercarse.