La viagra tiene ya muchos héroes y algunos mártires y, sin embargo, nadie protesta contra ella ni se la toma como un remedio potencialmente peligroso. Es verdad que su efecto revitalizador ha servido para llevar a muchas personas a reencontrarse con un escenario que llevaban años sin pisar, como si se tratara de condenados al exilio. La viagra fue algo así, como un indulto que permitió a muchos volver al escenario de sus acciones bélicas. También ha llevado a otros a la frustración al comprobar que se trataba de un fuego artificial que se eleva, explosiona, produce luz y color y se apagaba en un abrir y cerrar de ojos. Y, por último, ha servido a otros para pasar a mejor vida, que es otra forma más de disfrutar de sus efectos en plena efervescencia. Pero parece más eficaz una pastilla americana que permite la excitación sexual durante ocho horas, lo que supone pasar la jornada laboral pegado a la silla sin moverse ni para tomar el cafe de la mañana.