T. CASCUDO

Seares/Castropol,

«Se dice que Don Antonio y Doña Rosa se conocieron en plena naturaleza, un día de verano, cuando ella estaba junto a un arroyo, jugando con los pies desnudos en el agua. Fueron, al principio, unos amores contrariados y novelescos, con señales en los balcones y citas en las cabañas de los leñadores y carboneros, hasta que terminaron al fin en una boda secreta que se celebró en 1835».

Este es un extracto de la leyenda que ha pasado de boca en boca por las gentes de la comarca occidental y que ahora da sentido a los apartamentos rurales «La Searila», los primeros que se inauguran en el pueblo castropolense de Seares.

Tres hermanos -Marigel, Andrea y José Luís Fernández- decidieron hace dos años reformar el viejo pajar y la cuadra propiedad de su familia para transformarlos en un establecimiento turístico con un valor añadido cultural. La idea de recurrir a la leyenda fue de Marigel quien leyó la versión moderna de «La Searila», nombre con el que se conoce a la bella doña Rosa y, por extensión, a su leyenda.

La versión moderna -«Evocando a La Searila»- es obra del periodista, recientemente fallecido, Francisco Monge, quien en otros trabajos hacía alusión a la importancia de fomentar el turismo cultural para que la gente visite los lugares donde ocurrieron hechos históricos. Esta idea cautivó a Marigel y por eso convenció a sus hermanos para embarcarse en el proyecto.

Don Antonio Cuervo, letrado y magistrado de gran porvenir, llegó a ser fiscal de Audiencia y Gobernador de Provincia. Tras su boda con la bella doña Rosa Pérez y en un momento marcado por la guerra carlista, es trasladado a la provincia de La Coruña. Su mujer embarazada da a luz y fallece en el parto. Cuando su marido conoce la noticia regresa a casa y desentierra a su amada. Según narra la historia recuperada por varios escritores, don Antonio desenterró a su amada y le cortó un mechón de su cabello que guardó siempre bajo su capa y que fue recuperado a su muerte.

Los apartamentos están compuestos por cuatro alojamientos. Dos de ellos recrean las cabañas donde los «Romeo y Julieta» de Seares vivieron su historia de amor. Los otros dos recrean la figura de cada uno de los enamorados. El de don Antonio, más sobrio, presidido por una pintura de la silueta del político veigueño; el de doña Rosa, en tonos pastel, recuerda la belleza de la dama de Seares. Quien los visite podrá viajar en el tiempo y revivir la historia de amor prohibido.