Abres (Vegadeo)

Su vida, más que para una entrevista, podría ser el argumento perfecto de una novela, con la dosis adecuada de aventura, sacrificio y pasión. Cándido Sanjurjo nació el 13 de enero de 1919 en Abres, por lo que acaba de cumplir 90 años. Vive en la misma casa en la que nació y desde la que desarrolla una intensa labor de investigación sobre cualquier tema que se cruce en su camino.

Cuenta que tuvo amistad con el ex presidente del gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo, y que éste solía decirle: «Nunca he conocido a un hombre con tantos oficios como usted». Y no es para menos, ya que a lo largo de su vida Cándido ha sido electricista, camionero, marinero, maderero y hasta médico. Su capacidad de adaptación es una constante en su trayectoria. Él mismo explica que «la necesidad y el gran interés que tuve siempre por saber como son las cosas, me hizo evolucionar».

Con tan sólo doce años, pero con la lectura y la escritura dominadas, tuvo que dejar la escuela e incorporarse al pequeño negocio familiar. En su primer trabajo participó en la instalación de luz eléctrica en Abres. «Hacíamos de todo, desde clavar el poste a hacer la caseta del transformador», apunta.

En plena vorágine de trabajo «llegó la maldita Guerra Civil, que fue un corte en la vida», sentencia. Envían a su hermano al frente, pero éste enferma, así que le toca a Cándido partir. La mayor parte del tiempo estuvo destinado en infantería, pese a estar inscrito en la marina. Por suerte nunca tuvo que combatir, aunque sí que sufrió el hambre y las penurias muy lejos de su casa.

Primero Navarra y después Cataluña y Valencia fueron sus destinos. En territorio valenciano lo enviaron a un hospital como refuerzo, pero eran tantas las necesidades de personal que acabo trabajando en quirófano. «Los primeros días lo pasé mal, palidecía al ver las heridas y el médico me decía que resistiera pero tenía que tirarme al suelo», afirma. Después la cosa fue mejorando y hasta le cogió gusto. «Hicimos de todo, operaciones de hernias, quistes y hasta de fimosis». Pese a que el hospital era una fuente de aprendizaje para Cándido, confiesa que eran tiempos muy duros: «¡Me tienen caído más lágrimas por vivir aquel horror!», exclama.

Después de Valencia lo reclamaron a la base de la marina en Ferrol y tras un tiempo de formación, pudo regresar a casa como licenciado de marina. Ya era 1942 y en su Abres natal le esperaba trabajo y más trabajo. Pese a todo, asegura, «no tenía ganas de otra cosa más que de volver a casa». Con sus hermanos decidió contratar un aserradero en Taramundi y dedicarse al negocio de la madera. Sus ganas de mejorar les llevaron a crear un vehículo adaptado a los terrenos forestales. Nunca patentaron la carretilla, cuyo modelo copiaron -con su permiso- una empresa de A Pontenova (Lugo) y más tarde la conocida URO, que fabrica vehículos todoterreno.

La dificultad de algunos montes les llevó a idear una especie de teleférico con el que salvar la orografía. Ese fue su siguiente paso: especializarse en la explotación de bosques difíciles. Y de ahí llegaron al negocio de la arena. «Teníamos un proyecto para sacar arena de la playa de Sabón en La Coruña con el sistema del teleférico, pero nos lo negaron porque Costas no permitía sacar arena de las playas. Fue ahí donde nos dijeron que donde se podía sacar arena era en las rías», apunta. Volvieron entonces a casa y crearon una draga con la sacar arena del Eo y luego comercializarla para la construcción.

Dice Cándido que «siempre teníamos que estar buscándonos la puñetera vida». Desde luego lo hacían estupendamente, con sistemas novedosos y pioneros que luego fueron copiados por firmas de nivel. Del negocio de la draga derivaron hacia un taller mecánico: primero para solventar los problemas que daba la draga y después para dar servicio al público construyendo máquinas de uso agrícola. Esta fue la empresa en la que se jubiló Cándido.

Dejó el trabajo físico, pero no dejó de lado su labor intelectual. Desde siempre le gusto la lectura y tuvo inquietud por aprender cosas nuevas. Muy vinculado a los círculos culturales de la comarca, entabló amistad con personas influyentes de uno y otro lado del Eo: es el caso de Calvo Sotelo o del escritor Dionisio Gamallo Fierros.

Uno de sus mayores obsesiones fue divulgar y demostrar la importancia de la ruta del Norte en el Camino de Santiago. Junto a Joaquín Milans del Bosh creó la Asociación de Amigos del Camino de Santiago, la primera de Asturias, y fue el artífice del importante avance que han sufrido las rutas del norte. «Es muy posible que por aquí pasara Alfonso II El Casto en la primera peregrinación», asegura.

Sus ansias por conocer y recoger las historias no se acaban nunca. Y así será mientras viva.

-Tiene 90 años, vive en Abres y pasa los días escribiendo, recopilando datos e investigando historias.

-Ha sido desde electricista hasta médico. Junto a sus hermanos ideó las carretillas que hicieron famosa a la empresa de maquinaria Uro. También crearon un sistema similar a un teleférico para explotar montes más difíciles. La primera draga que trabajó en el Eo fue la suya.

-Cándido Sanjurjo se casó con Rosa Quintana, con la que sigue viviendo en Abres y con la que ha tenido tres hijos.