No me extraña que los vecinos de la parroquia de Otur estén alterados por el trazado absurdo de la autovía. Está visto que cada vez que la Administración proyecta una nueva vía de comunicación tiene la rara virtud de exasperar a casi todos. Es como si la protesta formase parte del proyecto, de ahí que el tema de la autovía se haya convertido en una clásica pelea entre buenos y malos. Está visto que si dependiera exclusivamente de los intereses particulares a estas horas seguiríamos transitando por cañadas como hacía el Cid a lomos de «Babieca», o, como mucho, en una carreta como la que utilizaba Santa Teresa por Tierra de Campos haciendo fundaciones, aunque al final acabara descoyuntada de tantas sacudidas. Y es que está visto que uno de los retos inalcanzables con que tropiezan las administraciones es proyectar carreteras que dejen contentos a todos. Pero lo lamentable es ver cómo los plazos se alargan y se incumplen las promesas.