Figueras (Castropol),

T. CASCUDO

Laureana Martínez tiene 83 años y enseña labores todos los jueves en Figueras. Es una de las muchas actividades que organiza la asociación de mayores «Cristo del Buen Viaje», que dispone de un completo programa que se extiende durante toda la semana. Lo mejor de la iniciativa es que fomenta la autoestima de los mayores, les mantiene ocupados y aprovecha los recursos propios. «Quien sabe hacer algo, lo enseña», explican desde el colectivo.

El portavoz de la entidad, Fernando García, indica que estos talleres se pusieron en marcha el año pasado y que están resultando un éxito. No en vano, la participación supera el centenar de inscritos. «Decidimos renunciar a los talleres estándar que abundan ahora como los de risoterapia, creemos que tiene mucho más efecto terapeútico el teatro o el canto y mucha gente los utiliza en ese sentido, como una forma de obligarse a salir y hablar con otra gente», puntualiza.

Laureana Martínez cuenta que aprendió a coser hace mucho tiempo y que lo hizo sin ayuda. «Enseño lo que sé», explica. Y sabe mucho. De eso dan fe sus alumnas, como es el caso de Estrella Castro, quien suele guardar las dudas para la clase con Laurena. «Nos enseña puntos o remates, yo muchas veces vengo a propósito a preguntarle», indica. En el taller de labores ganchillan y tejen, pero también se han ocupado de recuperar una labor casi en el olvido: el hilado o «filao» como se conoce en la zona. Aquí la experta es María del Carmen Cangas, quien dice que hiló cuando era niña pero desde los doce años no había vuelto a hacerlo. «Lo que se aprende bien, no se olvida", apunta Beatriz Pérez mientras se ocupa de su labor.

Además, la asociación ha dado una vuelta de tuerca más recuperando las antiguas máquinas de filar. Ya disponen de tres y explican que están barajando construir alguan más dado el éxito de la actividad. Leandro Abad, el único hombre en el grupo de labores, acaba de fabricarse una, emulando a la que había en su casa de niño. «Yo aprendí a hilar en los filandones de antes. Me gusta porque recuerdas aquellos tiempos». La máquina de Abad es una auténtica joya, tallada en madera y siguiendo el recuerdo que guardaba en su cabeza desde hacía décadas. «Da gusto estar aquí entre tanta mujer», bromea.

Además, acude al curso con su mujer, Lola Fernández, que lleva un año hilando a mano y demuestra ya gran destreza, como le reconocen sus compañeras de curso. «Es una cosa que nunca hice y creo que es una tradición que no se debe perder y tenemos maestras estupendas para ello», explica. El rato que pasan en clase les sirve para entretenerse y también para comentar anécdotas y disfrutar. Pero no sólo las labores conforman su agenda de actividades. Los lunes tienen cancionero, los martes gimnasia y taller de fotografía digital, los miércoles taller de nudos y aparejos, los jueves gimnasia, nudos y cabás y los viernes informática. Por si fuera poco los sábados tienen cocina y un día de la semana acordado por todos, teatro. El único requisito para apuntarse es ser socio del colectivo, que tiene una tarifa anual de seis euros.

La asociación también dispone de una sala con aparatos de gimnasia, espacio para la lectura y televisión y zona para el servicio de podología que les atiende una vez al mes. Además, todos los días hay una partida de juegos de mesa. «Es un no parar», comentan encantados.