San Salvador (Allande),

Pepe RODRÍGUEZ

El valle del Valledor (Allande), como conjunto etnográfico, arquitectónico y ambiental es una zona que no tiene parangón en todo el norte de España y, posiblemente, en toda Europa. Esa es la conclusión de los expertos participantes en la inauguración de la segunda edición de las jornadas «El lugar es la frontera», que se celebran en San Salvador del Valledor.

La organización ha querido que las jornadas estén pegadas a los problemas y discusiones que preocupan a los habitantes. Y nada mejor para ello que programar una mesa redonda en torno a la repercusión de lograr la declaración de Bien de Interés Cultural (BIC), un asunto que ha generado polémica en El Valledor durante el último año.

Los vecinos de San Salvador, Fonteta, Villalaín y San Martín acudieron a escuchar lo que significa realmente ser BIC para poder tener toda la información posible y, así, formarse una opinión completamente documentada.

Juan de Gracia, la cabeza visible de la organización, explica: «Queríamos que esto fuese eminentemente práctico, que haya mucho debate, opinión y participación, y así ha sido. Me ha llamado la atención no ver a alguno de los que más se oponían a ser BIC, pero se han escuchado todas las voces». Uno de los mayores escollos con los que se encontró la declaración de zona BIC en El Valledor es que los vecinos no quieren restricciones para arreglar sus casas. Los ponentes aseguraron que ser BIC afecta a la colectividad, pero que no convertirá El Valledor en un museo ni afectará a las edificaciones individuales.

Cesar García de Castro, arqueólogo, fue la persona encargada de desgranar los entresijos administrativos. Explicó que El Valledor ya es, de forma preventiva BIC y que ahora hay que esperar un periodo que puede ser de 24 meses para que se produzca la declaración definitiva de esta figura de protección.

Jorge Hevia, arquitecto, puso el acento en el equilibrio que ha de guardarse entre los valores tradicionales y el progreso sostenible. «Siempre es posible llegar a acuerdos, pero hay que adoptar soluciones de equilibrio que hagan que todo el mundo esté de acuerdo, tanto en las infraestructuras como en los usos. Yo entiendo la posición de los que están en contra, pues hay diferentes formas de vivir en los núcleos rurales, no es lo mismo los que están aquí día a día que los que vienen de fin de semana pero, como dije antes, el beneficio común está en el punto de equilibrio», explicó.

Ernesto Díaz, técnico de recursos ambientales, se centró en explicar la importancia del entorno natural, no sólo el arquitectónico. «Muchas veces nos parece mucho mejor proteger los bienes culturales mientras que se ponen impedimentos a la protección de los bienes naturales. Y esto es todo un conjunto, la riqueza tiene que ver con todo lo que nos rodea. Proteger las paneras no es proteger el paisaje», avisó.

Ángel Abad, de casa Anxelín de Fonteta, fue uno de los promotores de pedir ser BIC: «Tenemos el pueblo muy bien conservado, muy guapo, y hay unos beneficios asociados a ello. Entonces, ¿por qué no aprovecharlos?». El debate está servido.