San Antolín de Ibias,

Pepe RODRÍGUEZ

Ni un día de nubes en todo julio. Ese es el balance que hacen desde uno de los rincones más escondidos y, a la vez, frecuentados del suroccidente de Asturias: la piscina de Ibias. Resulta una paradoja que en una época en que lo que más preocupa a la comarca suroccidental son las comunicaciones, uno de los puntos de mayor atracción se encuentre en un lugar tan alejado. Bajo el pueblo de San Antolín, en un entorno privilegiado, la piscina de Ibias acoge a vecinos de Cangas del Narcea todos los días debido a la peculiar metereología que disfruta la zona.

Porque es vox populi que Ibias es un auténtico horno en verano y un congelador en invierno. La ventaja que ofrece esta piscina respecto a cualquier otra de la zona se concreta en unas temperaturas notablemente superiores y, además, un entorno inmejorable en el que conviven el río y la sombra que aportan los grandes árboles del área recreativa, ideada para servir de merendero.

Los fines de semana encontrar mesa en las parrillas es una labor que requiere madrugar, pues las familias suelen lanzarse a ellas con ingentes cantidades de costillas, chorizos criollos, alitas de pollo y litros de chumichurri.

Otra de las características de la piscina es que, debido a su ubicación, tiene una cantidad de horas de sol descomunal. Prácticamente desde las primeras horas del día y hasta bien entrada la tarde se siente a Lorenzo en lo alto.

Hay quien no perdona una. Por ejemplo, la familia Ferreiro del pueblo de San Clemente de Ibias prefiere ir entre seman: «Los fines de semana esto se pone hasta arriba, siempre es más tranquilo hacerlo un miércoles». Es algo que suelen hacer los que conocen la zona y tienen tiempo libre entre semana. Se ha convertido en una tradición para muchos de los que vienen sólo en verano. La familia García vive en Madrid y acude a Cangas durante el mes de julio para disfrutar del Carmen; antes solían irse la última semana a disfrutar de la playa pero, desde hace unos años, prefieren quedarse en la comarca «porque hemos cogido la costumbre de ir a la piscina de Ibias. Siempre hace buen tiempo, hay una zona para que los guajes estén jugando y no tienes que estar pendientes de ellos todo el día, traes la comida... en fin, que lo tiene todo. Ahora venimos todos los años y no echo de menos la playa».

Pero, por supuesto, hay que pagar el peaje, si es que se acude desde lejos, de las carreteras. Jorge González Díez es de Cangas y se queja: «Tendrían que fijarse en la cantidad de gente de Cangas que viene aquí todos los días. Hay que darse cuenta de lo que significa pasar el Pozo de las Mujeres Muertas (el puerto de montaña que separa Cangas del Narcea de Ibias), asomarte a la cima y ver lo que hay que bajar». Acude junto a su mujer, dado que es recien casado, y ambos discuten sobre el lugar idóneo para colocar una piscina en Cangas y sobre si sería rentable o no, uno de los debates más viejos y trillados de la sociedad canguesa.

También es la piscina de Ibias un lugar ideal para que los chavales del concejo tengan una ocupación matinal, la escuela de natación, que ocupa gran parte de su tiempo.

Todo ello sumado hace de esta infraestructura una de las más celebradas de la comarca, que es la causante del éxodo juvenil en las tardes estivales, y que hace que las carreteras se conviertan, una vez más, en protagonistas de la vida de los habitantes del suroccidente de Asturias.