Viendo las disputas de los responsables del Partido Popular sobre la posibilidad de que Álvarez Cascos sea candidato al Principado no debe de extrañarnos que hasta a don Pelayo le haya dado un ataque de risa bajo los peñascos de Covadonga al ver en qué manos está la tierra que tanto trabajo costó defender contra los musulmanes. Y como en estos momentos no dispone de huestes adiestradas para combatir, no se descarta que organice un triduo a la Santina para ver si vuelve el seso y la cordura a la cuna de la Reconquista. Nadie duda que lo del PP asturiano ha trascendido los límites de la democracia interna, de la afinidad politica, de la convivencia y del compañerismo para convertirse en un espectáculo de consecuencias incalculables, movidos por su enfermizo afán de seguir siendo figurantes en la oposición y sin otros derroteros que ocupar un estrado en la oposición sin más opción que ser figurante y cobrar un sueldo fácil.