Villaoril (Navia),

T. CASCUDO

A María Isolina y a José Manuel Gancedo les tocó el martes madrugar. Nada menos que a las cuatro de la mañana sonó el despertador en su casa de Navelgas (Tineo). Y es que la ocasión lo merecía. Son dos de los vendedores de avellanas que cada 28 de septiembre acuden a su cita con el Santuario de Villaoril, en Navia. La compra de avellanas y las rosquillas, así como beber agua de la Fuente Santa, son algunos de los rituales de obligado cumplimiento en esta fiesta.

«No me preguntes la razón porque no la sé, pero se nota mucha menos gente que otros años», explicó Isolina Gancedo. La familia de su marido acude a Villaoril desde hace décadas, tantas que cuando los mayores de la saga avellanera empezaron a vender su producto en esta fiesta estaban obligados a pagar un tributo en el Alto de Ariestébano. «Fíjate si ha pasado tiempo», explicó Gancedo. El caso es que en los últimos años nunca habían visto una celebración tan floja como la de este martes.

A pesar de que hubo menos gente, se mantuvo la procedencia variada entre los fieles. Prueba de ello fueron las hermanas Marisol, María del Carmen y Finita López, que ayer recorrieron la distancia entre Avilés y Villaoril para ver a la Virgen y recoger agua de la fuente. Precisamente, lo de llenar las botellas de agua se convirtió en asunto complicado por la escasez de líquido que salía del caño. «Casi no sale nada de agua, así que llenar cada botella lleva mucho», explicaba una vecina. Por este motivo, las colas junto a la fuente, tras la bendición, fueron notables. También hubo algún que otro enfado entre quienes sólo querían beber un trago y debían esperar mucho tiempo por los que portaban un arsenal de botellas.

Por cierto que en la cola de la fuente se pudo ver todo tipo de utensilios para recoger agua. Desde el que portó un vaso para beber rápido a los que fueron cargados de botellas de refrescos vacíos, cantimploras y hasta botes de lavavajillas reconvertidos. En la tienda del santuario también se vendían pequeñas botellitas de cristal con la imagen de la Virgen para llevar de recuerdo.

En la Fuente Santa también estaba otra avilesina, Josefina Carballedo, quien aseguró que visita Villaoril por creencia. Su botella de agua viajó con ella rumbo a Avilés, para que su familia pudiera también echar un trago de este líquido al que se atribuyen propiedades curativas. Precisamente, en la Fuente Santa es donde, según cuenta la tradición, se localizó una imagen de la Virgen de Nuestra Señora de Villaoril.

Aunque no se sabe con exactitud el origen de este culto, existen testimonios que lo sitúan en el siglo XVII. También, según cuenta la tradición oral, desde esa fecha son numerosos los milagros atribuidos a la Virgen y por ello son muchos los peregrinos que la visitan en su día grande. Muchos de ellos proceden de Galicia y por eso hay quien a esta fiesta la conoce como «Las Gallegas».

El madrugón del matrimonio de avellaneros de Navelgas responde a que las misas en Villaoril son tempranas. La primera fue a las siete de la mañana y se sucedieron a cada hora. La principal, y también la más larga de todas ellas, fue la de las doce y media del mediodía.

Tras ella dio comienzo la tradicional procesión hasta la fuente, encabezada por los gaiteros de Medal y seguida por cientos de devotos.

En horario de tarde también estaban previstas misas: a las cinco, a las seis y a las siete. «Las de la tarde cuentan con mucha gente porque muchos aprovechan al salir de trabajar para pasarse por aquí. La gente quiere mucho a esta santa y confía mucho en ella», según los vecinos. Al caer la tarde, los puestos de comida y otros souvenirs dejaron Villaoril. Pese a que su día es el 28 de septiembre, el santuario recibe visitas todo el año.