Paredes (Valdés)

María de los Ángeles López aún realiza sus guisos en una cocina de carbón. Su apego a la tradición en los fogones es, simplemente, un atractivo más del bar tienda que regenta junto a su marido, José María Álvarez, en San Pedro de Paredes: la Casa El Obispo. En este rincón, situado en la ribera del río Esva, lo sencillo se eleva hasta la categoría de lo sublime y los días transcurren impregnados por la paz que otorga la cotidianeidad del ámbito rural valdesano.

Hablar de San Pedro de Paredes y no hacer mención de Casa El Obispo significa obviar una gran porción del atractivo social del pueblo. No en vano, este establecimiento fue inaugurado por la familia Alonso Anziola ya a finales del siglo XIX. «Sobre la puerta de entrada existe un dintel en el que fue labrada la fecha 1892, año en que se construyó la casa», comenta José María Álvarez, quien añade que, durante décadas, el negocio fue atendido por tres hermanas: Pilar, Tarcila y Anita. «Cuando yo era pequeño, venía aquí a comprar caramelos», rememora.

La historia de Casa El Obispo es similar a la de otros muchos bares-tienda asturianos. Por el negocio han pasado varias familias, entre las cuales el único nexo de unión ha sido el propio comercio. «Yo soy el cuarto que regenta el establecimiento desde su fundación. Tomé sus riendas en 1989, cuando apenas había cumplido los 21 años de edad», precisa el hostelero valdesano, quien se aventura a señalar que es probable que «el local llevé cerca de cincuenta años arrendado».

A pesar de haber pasado por varias manos, el bar tienda sigue conservando toda una serie de elementos que lo convierten en único. Su interior se mantiene prácticamente igual que hace un siglo. Hasta los azulejos que cubren su barra son los mismos que cuando se inauguró. «Suele llamar mucho la atención de los turistas. Todos coinciden en decir que es un lugar muy auténtico», enfatiza Álvarez.

De todos modos, si algo es realmente pintoresco en Casa El Obispo es su cabina de teléfono. Y es que junto al aparato se han ido recopilando todos los números de teléfono de interés para los vecinos, quienes, con tan sólo echar un vistazo a esta peculiar agenda, pueden localizar, por ejemplo, a médicos, dispensadores de piensos y taxis.

El paso del tiempo en Casa El Obispo es una fuente inagotable de anécdotas. Durante los crudos años de la posguerra, el valle de Paredes se convirtió en lugar de paso para contrabandistas que, a lomos de sus caballerías, trataban de burlar la miseria. «Se cuenta que llegaban aquí estraperlistas con productos tales como azúcar o café», comentan a pie de barra.

Pero no todo eran historias surgidas al calor de la necesidad. Por aquel entonces, la Casa El Obispo también fue escenario de un sinfín de banquetes y de verbenas. «En el actual almacén se celebraban fiestas y bailes. Era el único lugar al que mucha gente de las brañas podía acudir a realizar sus compras y a disfrutar», advierte Álvarez. Y añade: «Cuando se celebraban entierros, muchos de los asistentes al sepelio se quedaban en el bar hasta altas horas».

El Esva es un río salmonero por excelencia y en Casa El Obispo no fueron pocos los salmones que se precintaron hasta hace cuatro años, cuando el Principado decidió centralizar el precintaje de los ejemplares capturados. Los vientos no soplan a favor del «rey del río» y en Paredes eso se nota. Sin embargo, el cauce fluvial aún se muestra generoso con sus vecinos y, gracias a la senda de las hoces del Esva, la llegada de turistas está asegurada. «Por aquí siempre han pasado muchos pescadores y turistas», recalcan en el bar tienda.

Pote asturiano, fabada, chosco, ternera y frixuelos. La cosa está clara: en Casa El Obispo se apuesta por lo tradicional. Y no sólo en lo culinario, sino que en su tienda aún se vende cestería realizada por artesanos. Verlo para creerlo.