Cuando los ayuntamientos del interior occidental, llorosos, se lamentan del desastre que supone la paralización de la autovía A-63, me pillo soberanos cabreos, y no sólo porque la bromita del Ministerio de Fomento no tiene maldita la gracia, sino porque gentes que tienen el trasero bien pegadito al sillón consistorial desde hace lustros achacan todos los males que asuelan a este territorio a la dichosa carretera. ¿Nadie va admitir su grado de responsabilidad en un fracaso que se viene fraguando desde mucho tiempo atrás? ¿Nadie va a reconocer que se han gastado inútilmente dineros que, cuando llegaban a manos llenas, llenaron de farolas de fundición (del más ostentoso gusto gabiniano) y de adoquines de diseño las calles de nuestras villas mientras que los jóvenes cogían las de Villadiego ante la falta de expectativas laborales? (Ahora ya casi no quedan jóvenes) ¿Nadie va a entonar un mea culpa por haber apostado por un proyecto erróneo que condenó el futuro de estos concejos y los acaba vendiendo al mejor postor?