La subida del recibo de la luz es un golpe bajo que cada poco tiempo nos va castigando, hasta dejarnos sin aliento vital.

Este tipo de encarecimiento de productos básicos lo padece un sector muy concreto de la población. Por el contrario, les resbala a esos de hinchadas cuentas corrientes y henchidas barrigas, que no reparan en minucias; tampoco lo sienten los políticos insensatos, que derrochan dinero público como si no fuese de nadie. A los primeros, a los acaudalados, aunque molesten, nadie osará reprocharles que gasten sus caudales a su albedrio. A los segundos, a la clase política, hay que denunciarles sonora y repetidamente.

Cuando se viaja entre Luarca y Navia es un desafío interesante contar el número de farolas, (son centenares) que alumbran la carretera (no la autovía) y que, en competencia avasalladora con las luciérnagas, privan de la oscuridad a los raposos, curuxas y murciélagos. Súmese a toda esta luminaria las que también se instalan en las cada vez más numerosas rotondas. Los de Luarca y Navia nunca se vieron bien, cosa de una rivalidad propia de comunidades vecinas, pero no es motivo suficiente para plagarnos de luces.

Con la llegada de la Navidad e inmersos en las fauces de la gran crisis, la iluminación de las calles fue, como siempre, brutal. Súmese a ello el caso de Luarca donde, todo un año, 365 noches, el colorido que desprendía el neón recordaba hasta la saciedad que era el centenario de San Timoteo. Este gasto, comparado con la inmensidad del océano, es insignificante; ahora bien, si lo comparamos con el gasto energético de un hogar de pensionistas, es un despilfarro y, por exagerado, impresentable.

Quizá no sea juicioso comparar ambos gastos, pero es que resulta inhumana, ante tanta necesidad, la ostentación de los manirrotos. Todavía hay en la corporación municipal valdesana algunos concejales desmemoriados, de época no muy lejana en la que se cortó la luz a locales públicos, por impago.

Nada tiene de juicioso ese ministro Sebastián cuando pone en el mismo plano el gasto de luz de una casa con la toma de tres cafés. Poco juicio tiene quien decreta regalar millones de bombillas como quién reparte golosinas. Más que buen juicio, es tremendo embuste mezclar el déficit tarifario de más de 20.000 millones de euros con los sabrosos 10.000 millones de euros que embolsan las, Iberdrola, Endesa, Fenosa o la H.C. del todopoderoso Manuel Menéndez.

¡País!, que diría Forges.