En el 80.º aniversario de la II República hay quien se pregunta hasta cuándo, hasta dónde y hasta qué se seguirá postergando el debate entre monarquía y República. Hay quien sostiene, sin embargo, que el republicanismo está disuelto, como un azucarillo, sin aguardiente, aunque con mucha agua, en nuestra Monarquía constitucional y parlamentaria. Se soslaya lo mucho que hay de regeneracionista en el legado del republicanismo español. Se obvia que en el momento presente el descrédito de la mal llamada clase política no es menor que el desprestigio al que llegaron a principios del siglo XX los partidos políticos nacidos tras la primera restauración canovista. Se elude que un debate sobre el republicanismo supondría un avance considerable a la hora de concebir un Estado más democrático de arriba abajo. Un planteamiento así incidiría en algo tan histórico en nuestro discurso político como la Revolución desde arriba, lema de un líder conservador a principios del XX. ¡Qué cosas!