Castropol, T. CASCUDO

El sol de justicia del fin de semana no les puso las cosas nada fáciles a los miembros de la asociación «El Pampillo», encargada de engalanar la villa castropolense con motivo de la celebración del Corpus Christi. Para no sufrir en demasía las inclemencias del tiempo, el inicio de los trabajos de colocación de las alfombras florales se retrasó hasta las cinco de la tarde del sábado, lo que no evitó los lamentos de los esforzados voluntarios. Algunos se encargaron de una labor fundamental: llevar agua para evitar la deshidratación de sus compañeros.

Por fin, sobre las tres de la mañana todo parecía bien colocado y los voluntarios se retiraron a descansar. Vano intento. Hacia las siete de la mañana se dio la voz de alarma: el viento había deshecho algunas de las alfombras. Ni cortos ni perezosos, se pusieron de nuevo a la obra.

Todo esto con el temor, fundado, de que las flores quedasen finalmente mustias por el excesivo calor. El año pasado, por ejemplo, había llovido por la mañana, lo que dio un brillo especial a las alfombras al mediodía y durante la tarde. La recompensa vino cuando los numerosos visitantes que llegaron ayer a la villa castropolense no regatearon elogios para las obras de arte. Había merecido la pena el infatigable trabajo de los veinte voluntarios que se reúnen para tal fin todas las noches una vez transcurrida la Semana Santa, que ayer a última hora contó con la colaboración especial de todo aquel que pasaba por allí. Algunos de los visitantes se prestaron a ayudar a los artistas florales.

La celebración va más allá de la villa castropolense en sí misma, ya que los pueblos de los alrededores colaboran aportando las flores con las que se componen las alfombras. Un detalle que agradece mucho la asociación «El Pampillo».

Como no quiere quedarse estancada, la entidad organizadora quiso aportar este año una novedad. En realidad, una novedad «vieja», porque se trató de la recuperación de la antigua tradición de situar un altar en la entrada del parque Vicente Loriente. Fue en ese punto donde la procesión hizo una parada y el cura bendijo a los presentes. Definitivamente, la voluntad de los vecinos había triunfado sobre los elementos.