Cadrijuela (Cangas del Narcea),

Pepe RODRÍGUEZ

Iván Rodríguez tiene 13 años y aún no ha podido ir al Instituto de Enseñanza Secundaria de Cangas del Narcea, donde le corresponde cursar primero de la ESO. El motivo es que el transporte escolar no llega hasta su pueblo, Cadrijuela; pero, además, el que pasa más cerca -a tres kilómetros- está completo. Cadrijuela está a unos 30 kilómetros de Cangas del Narcea e Iván Rodríguez es el único estudiante de la aldea. A pesar de los esfuerzos de sus padres, José Antonio Rodríguez y Alicia López, la única solución que la administración ha ofrecido al chaval es ir a residir a la escuela-hogar del Reguerón, en Cangas.

«No quiero que se vaya a un internado con 13 años y quiero verle todos los días en casa. Es nuestro derecho, como es el derecho de todos los demás», señala su padre.

Porque lo que realmente le parece indignante a esta familia es que los compañeros de Iván que van al instituto desde la zona, el Partido de Sierra, sí que tienen transporte. «La furgoneta les recoge a tres kilómetros de aquí. Cogen a los chavales de Becerrales, Mieldes, Tandes...».

Según denuncia la madre de Iván, el problema no es de legislación o de posibilidades abiertas como las de la escuela-hogar o ayudas individuales, sino de mala organización: «Nosotros no tenemos la culpa de que se llene ese transporte, eso es una cosa de los que lo organizan. Lo que no tiene sentido es que los vecinos tengan quien les lleve y el mío tenga que ir a un internado. Eso es injusto. Nosotros no queremos más que lo que tienen todos los demás, se supone que todos pagamos impuestos igual y tenemos los mismos derechos».

José Antonio Rodríguez no quiere entrar a valorar de quién es la culpa: «No es mi función ni quiero que nadie se sienta aludido u ofendido, yo simplemente quiero una solución para que mi hijo vaya al instituto como todos los demás. Vemos en la tele, en las noticias, que Álvarez-Cascos no se cansa de repetir que no habrá recortes y, mira, aquí tenemos el primero, en mi casa. Si esto no es un recorte es que yo no entiendo nada».

Iván Rodríguez estudió hasta el año pasado en el colegio rural de Bruelles por lo que su llegada al Instituto es especialmente sensible: allí no conoce a sus compañeros.

Sus familiares temen que perder estos primeros días sea una losa importante, tanto en la integración social como en la lectiva, en el futuro del año para su hijo.

Pero eso no hace que flaqueen en sus principios porque, como dice el padre: «Tengo muy claro que voy a defender lo que es justo, lo que es de ley. Y el chaval no va al Instituto hasta que nos den una solución justa».