Pesoz, A. M. SERRANO

Aida Monteserín y Paula Garrido cumplieron ayer con la tradición familiar de pisar uva en Pesoz. Tienen 5 y 6 años, respectivamente, y son bisnietas de uno de los más famosos productores de vino del concejo, Alejandro Mesa. Ninguno de ellos faltó a una cita obligada para los vecinos del concejo y por la que pasan centenares de personas: la popular Feria del vino.

Los caldos de Pesoz empezaron a producirse para abastecer a las propias familias de uno de los concejos de la cuenca del Navia más alejado de la costa. Los problemas de comunicaciones, que todavía hoy persisten, obligaron a sus habitantes a «buscarse las castañas», como dice Alejandro Mesa, con 105 años, y plantar todo aquello que pudiera ser de provecho. Las parras y la uva prendieron.

Ahora la fórmula para obtener el vino es diferente y más industrializada, pero hay algo que no ha cambiado: los vinos de Pesoz siguen ocupando su lugar en el concejo y cada año la Feria del vino da cuenta de ello. En la popular cata celebrada en la mañana de ayer participaron quince caldos diferentes y también un público numeroso que alabó el gusto del vino de Pesoz.

La feria, con gran proyección en la comarca, se ha convertido en un referente para la cultura tradicional. El mercado artesanal que acompaña durante toda la jornada a la cata de vinos desvela los secretos de la cultura asturiana. No faltan los cesteiros, los ferreiros ni los talleres. Tampoco la gastronomía de la zona, a base de fillolos, tocino, castañas, sidra dulce y algún que otro añadido. Elba Quintana, de la asociación de Armal, en Boal, trajo al certamen de Pesoz por primera vez almendras garrapiñadas, con receta tradicional del concejo boalés y que los visitantes podían ver cocinar en directo.

La parte lúdica de la feria fue la más seguida. Pero no faltaron las charlas sobre los caldos y su producción y los talleres para enseñar a los más pequeños los secretos del vino. El de pisado de uvas, que tuvo lugar en el Museo del Vino de Pesoz, fue uno de los más solicitados. Los visitantes comprendieron el trabajo que antes ocasionaba la extracción del caldo de la uva. La jornada, con temperatura veraniega, dio para mucho. A los cursos de manualidades en barro, quiastolita y pesca sin muerte se unió este año un atractivo más: la demostración de la Unidad Canina de Rescate de Asturias, donde perros y guías fueron los protagonistas.