Tapia de Casariego, su Ayuntamiento, su Corporación y su alcalde están en boca de todo el mundo. La empresa Astur-gold, interesada en la explotación aurífera de Salave, ha roto amarras y busca el duelo cuerpo a cuerpo.

Mientras los consistorios de toda la comarca viven en una atrofia absoluta, afectados por un epidémico letargo, a la espera de que esta etapa de empobrecimiento generalizado llegue a su fin; mientras alcaldes y alcaldesas, de un signo y de otro, acuden a sus respectivos despachos sin más cometido que repasar unas cuentas que nunca salen; mientras la política municipal en el noroccidente está con la vista puesta en la capital de Asturias y alejada de los problemas del propio entorno, y mientras eso ocurre, a Cuco lo han recusado.

La recusación supone que a la máxima autoridad tapiega se le sustrae la potestad de decidir sobre la mina de oro. Por si este hecho no fuese ya de por sí importante, ha de tenerse en cuenta que supone, además, un grave menoscabo de la democracia y un precedente que, seguro, no se tardará en repetir.

Gracias al eficiente servicio jurídico de la empresa canadiense, se ha abierto la veda para que sociedades o particulares traten de impedir la acción de alcaldes o concejales mediante su recusación cuando se sospeche una resolución contraria a sus intereses. El argumento es bien sencillo: «enemistad manifiesta».

El alcalde de Tapia, con el apoyo de unos y pese a los otros, tiene legalmente el apoyo mayoritario de sus vecinos electores. Apartarlo de sus funciones por una supuesta «enemistad manifiesta» es un absurdo. Con el mismo razonamiento habría de impedirle el voto al concejal Maseda por supuesta «amistad manifiesta». Y, cegados por burlarse de la democracia, también a los ediles del PP y de Foro por la misma manifiesta simpatía hacia la mina de oro.

Siguiendo la disparatada senda iniciada, muchos asturianos sienten la tentación de recusar a Cascos y a Gabino por su «enemistad manifiesta» cuyas consecuencias son tan nefastas para Asturias como el cianuro lo puede ser para Salave.

Hay quien cree que no se pueden desdeñar unos cientos de puestos de trabajo en estos tiempos. Hay quien cree que el pan para hoy será el hambre para mañana. Decisión de tal trascendencia jamás debería depender de políticos que se venden por manifiestas amistades o enemistades.