Santiso (Cangas del Narcea),

Pepe RODRÍGUEZ

Cuando la familia Tanico, del barrio de Santiso, de Cangas del Narcea, le puso el nombre de «Tiberio» a uno de sus gatos no imaginaba que el carácter heroico del gran general romano, sucesor de César Augusto al frente del Imperio, se trasladaría a su mascota.

Tuvo ocasión de probarlo hace algunas noches, en la casa número 15 de Santiso. Victorino González Flórez, uno de los habitantes del hogar, oyó maullar a «Tiberio». Eran las seis de la mañana y lo que al principio fue una reacción de extrañeza, pues el animal no suele levantar la voz a esas horas, se fue convirtiendo en alarma al advertir que el sonido persistía y denotaba desesperación. «Me levanto todos los días a eso de las siete menos cuarto, así que el maullar del gato me fue despertando y llegó un momento que me hizo levantarme de la cama porque ya veía yo que aquello no era normal», explica Victorino González. Y tanto que no era normal. Victorino y su hermano, Juan Carlos, se pusieron en pie y comprobaron que la vivienda estaba completamente llena de humo. De hecho, los techos ya estaban negros, las cortinas y visillos, estropeados, y el ambiente se volvía irrespirable por momentos. Rápidamente levantaron a sus padres, Victorino González y Concepción Flórez, y se dirigieron hacia el foco del incendio. Se trataba de una caldera que tenían en la parte baja de la vivienda, en la zona del garaje. Una mala combustión había hecho arder el utensilio. Ahí abajo dormían los compañeros de «Tiberio», cinco pobres gatos que perecieron en el incendio por la inhalación de humo.

«Nos salvó la vida, te lo digo yo, si no nos llega a despertar quedamos todos en la cama tan largos como estábamos». «Tiberio» ha pasado a convertirse en el centro de la familia, en el receptor de todos los halagos. Concepción Flórez comenta que «ahora está mejor tratado que un neno, va al veterinario casi con cada catarro y duerme en la cama. Faltaba más, le debemos la vida al gato, que se para uno a pensarlo y parece mentira», añade.

Aún hay suficientes marcas en la casa de los Tanicos de Santiso como para recordar el incendio que estuvo a punto de matarlos. Hay ropas que no se han podido limpiar, no hay visillos en las ventanas y la zona de la caldera parece un horno gigantesco. «Tiberio» se pasea, con aire distraído, por unas habitaciones que han pasado a ser sus dominios tras su heróica actuación: sus maullidos salvaron a cuatro personas.