El anterior régimen asturiano gozaba de una envidiable flexibilidad de criterios. Gracias a ello, los mismos que exigían controlar uno a uno los granos del maíz de las pitas del Museo de Grandas contaban por sacos los percebes del Centro Niemeyer. Los que se quejaban de lo mucho que costaba educar para el futuro a los hijos de los demás se llevaban el dinero para mejorar el de los suyos. Los que tenían miedo de que algún viejecito arruinase al Estado llevándose una aspirina de más asumían sin reparos sobrecostes millonarios en un Hospitalón que será la tumba económica de la sanidad asturiana. Sogepsa, claro está, también se apuntaba a la flexibilidad de criterios a la hora de valorar el suelo y, por eso, el precio para los ricos era varias veces mayor que para los pobres. Y es que los conceptos de justicia social y redistribución de la riqueza han cambiado tanto de D. Pablo Iglesias para acá que dudo que el hombre fuese capaz de reconocer ahora a los suyos.