Cudillero, Sara ARIAS

Una microcadena de música, una batidora, varios DVDs, enciclopedias y colecciones de libros, un teléfono inalámbrico, una videocámara, un aspirador, deshumificadores, dos sofás de masaje, joyas y un centro de planchado. Estos son algunos de los objetos que María (nombre ficticio), vecina de 80 años de un pueblo de Cudillero, ha ido recopilando desde que en 2007 unos viajantes pasaron por su casa. Desde entonces se ha gastado un total de 28.800 euros en productos que no necesitaba, pero que con el engaño y la galantería de los vendedores le fueron encasquetando poco a poco mediante créditos con financieras.

María es una de las víctimas de ventas fraudulentas a domicilio, que según advierte la Unión de Consumidores (UCE) de Asturias se están incrementando a causa de la crisis. Son unas prácticas que afectan sobre todo a las personas de avanzada edad que viven en los núcleos rurales. El presidente de la UCE, Dacio Alonso, explica que los comerciantes permanecen allí varias horas hasta crear «un ambiente de confianza».

María describe a los vendedores que acudieron a su casa como «dos chicos muy educados que se desenvolvían muy bien». Una vez en el salón le decían «que vaya guapa que era de joven, que parecía una artista y la embelesaban», explica a su hijo, quien descubrió recientemente todo lo que había comprado su madre.

«A veces avisaban antes por teléfono de que iban a venir, pasaban aquí un rato conmigo y me ponían los aparatos, también me decían que me regalaban los libros por comprar, llegaban con una furgoneta y descargaban aquí como si esto fuese un almacén», relata la mujer. Aunque los comerciantes le insistían en que las colecciones de libros y enciclopedias eran regalos, lo cierto es que en las facturas vienen detallados con el precio.

María se siente engañada. Y le cuesta reconocer, por vergüenza, que ha sido víctima de una estafa. «Me puse de mal humor y cabreada, todavía no se me pasó el disgustó», explica. Muchas cosas de las que compró las fue regalando y otras las tiene guardadas por casa: «Tantas cosas cogí que no sé ni lo que tengo».

La pesadilla de María terminó esta Navidad cuando comentó en casa que no ahorraba nada. Su hijo alarmado -porque «ella no tiene muchos gastos y era imposible que no ahorrase»- le pidió la libreta del banco para comprobar si todo estaba en orden. Al revisar los datos observó que María tenía tres domiciliaciones que en total sumaban 300 euros al mes: 85, 140 y 75 euros.

Fue cuando comenzó a indagar en los papeles y cartas que María había recibido estos años: contratos con financieras, cheques regalo por valor de 6.000 euros y un sinfín de ofertas y promociones. «Cuando terminaba de pagar las cuotas de los productos volvían a casa y le hacían ampliaciones de pedido», comenta su hijo. Así hasta los casi 30.000 euros que invirtió en estos años.

Desde hace dos meses los pagos están cancelados. «Intenté arreglarlo por teléfono pero no hay con quien hablar. Unos se desentienden de los otros y no dan información, porque dicen que solo hablan con la señora que lo compró», manifiesta su hijo. Añade que si es necesario llevarán el caso a la fiscalía porque «esto es una vergüenza, se aprovechan de la gente mayor, son unos desalmados»

Pero las financieras no cesan en su empeño de cobrar las cuotas que se extienden hasta el año 2014 con unos intereses altísimos de hasta un 25 por ciento. Los vendedores ya no acuden a casa de María y como ya no les atiende al teléfono, llaman a sus vecinos para acosarla. «Aquí no entra nadie más, que ya me vendieron bastante y si vuelven ¡ya los asusto yo!», exclama indignada. Por suerte, María ha cerrado este capítulo. Pero es una más de las ancianas que viven en la zona rural estafadas por personas que no tienen el mínimo reparo moral en abusar de la confianza de los mayores.