Una actividad febril se desarrolla estos días en la nacional 634 a su paso por el concejo de Salas. Nada como una inauguración para que todas las carencias que los probos ciudadanos soportamos durante largos meses se resuelvan por arte de birlibirloque en unos días: los arcenes lucen brillantes quitamiedos, níveas rayas tapizan el asfalto, las rotondas exhiben bordillos de primoroso arlequinado blanquirrojo... ¡Nunca tal! Incluso la naturaleza parece aliarse con la visita ministerial, y el argayo que durante dieciséis meses no quiso dar tregua a los conductores, milagrosamente, dejó de ser peligroso, se abrió el carril inutilizado y se adecentó una salida al pueblo de Doriga. Pareciera que hasta las más altas instancias divinas se aliasen con este feudalismo parlamentario (o parlamentarismo feudal). Bien es verdad que para gozar de semejantes relumbrones antes debimos de aguantar frecuentísimos cortes en la carretera, pero tal comitiva bien merece este sacrificio. Es lo que tienen los cristales tintados. A través de ellos todo se ve resplandeciente.