La calle la Fuente de Luarca, aunque no está en la zona comercial ni es punto de obligado encuentro ni de paseo cotidiano, tiene una historia que la hace entrañable.

Allí estaba la «fuente del Bruxu», desplazada de su lugar original por el empuje implacable del «ladrillazo». También existía un merendero típico, donde se podían degustar sabrosas sardinas a la plancha, que amén de la compañía de cada cual se acompañaban de frescos y brillantes culinos (de sidra). Era el bar Goya. Y también, con el mismo nombre del más universal aragonés, y mucho antes de que la Academia Española de Cine instituyese los premios «Goya», existía en Luarca una sala donde se exhibía lo más brillante del séptimo arte.

La relación y el influjo que Francisco de Goya y Lucientes tuvo con el cine queda para mejor ocasión; aquí sólo se hace constar que Luarca estaba bajo su embrujo genial.

Cuando la locura se contagió entre la clase política, cuando se presumía de ser el país más solvente del orbe, cuando el despilfarro del dinero público se hizo norma habitual, cuando se nadaba en una engañosa abundancia y se incrementaban las deudas por tonterías, cuando se proyectaron obras caprichosas y absurdas, Luarca no se quedó a la zaga. Oviedo con su Calatrava, Gijón con su Laboral, Avilés con su Niemeyer y Luarca con su Nuevo Goya.

Fue el gobierno local de Pereiro, que ya había tenido varias ideas genuinas sobre el desarrollismo de Valdés, quien presentó en sociedad la adquisición y rehabilitación de lo que fuera el cine. Un mausoleo al disparate. Se construye un auditorio, que unir al flamante y sin uso del Conservatorio; se pretende albergar congresos, congresos que sólo concibe una mente calenturienta, y museo del cine, consecuencia de la fiebre museística crónica.

El azar dispuso que actualmente Valdés esté gobernada por un tripartito que comanda FAC, que, cortos de ideas y carentes de programa, tampoco han dado una solución imaginativa a este engendro.

No hace falta estrujarse el cerebro para encontrar un montón de sitios donde gastar, con mayor rentabilidad social, ese montón de euros que se va a llevar el lujoso solar de la calle la Fuente: aceras centenarias, calles plagadas de baches, carreteras que asemejan paisajes lunares, colegios y escuelas con deficiencias añejas, planes de empleo locales y un largo etcétera. Todo aparcado, salvo lo superfluo.