La historia de Antonio Albuerne, un marino nacido a mediados del siglo XVIII en Cudillero que acaba mandando buques en puertos como La Habana o Veracruz, es solo una de las muchas colaboraciones con las que el número 2 de «El Baluarte» -el anuario de la Asociación de Amigos de Cudillero, que dirige Juan Luis Álvarez del Busto- vuelve a asomarse a la calle. La historia de Albuerne se completa con un amplio y entretenido despliegue de colaboraciones.

El puerto mexicano de Veracruz, el mismo al que llegó casi un siglo después el bisabuelo canario del recientemente fallecido escritor Carlos Fuentes, además de muchos otros emigrantes asturianos, fue el origen de una carrera náutica que llevó a Antonio Albuerne a innumerables éxitos contra la armada inglesa, una trayectoria marina en cuyo éxito tuvo mucho que ver la experiencia acumulada desde niño en los pesqueros del Cantábrico.

Si el escritor José Ignacio Gracia Noriega se remonta al siglo XVIII para contar las hazañas de este marinero pixueto, mucho más rebusca y actualiza la revista en el pasado local, sin que eso signifique que «El Baluarte» se entrega al pasado para indagar únicamente en un patrimonio sentimental repleto de anécdotas y recuerdos. No es eso, simplemente se trata de sumar, de reunir un mosaico de impresiones que sea capaz de dibujar página a página una forma de ser y de entender el mundo desde un rincón donde la mar es siempre protagonista.

Lo supo ver muy bien, y lo describe mejor, Víctor García de la Concha en el discurso de agradecimiento que leyó tras recibir la Amuravela de Oro, texto que recoge la publicación. También Carlos López Otín, que compartió premio con el director del Instituto Cervantes y ex presidente de la Real Academia Española, habló de la mar, de ese Cantábrico que descubrió con asombro un niño terrestre de Sabiñánigo (Huesca), el mismo mar al que años después se asomó desde Salinas, Aguilar, la Concha de Artedo y el faro Vidio, una secuencia de rincones y playas que junto con Cudillero hoy son parte de sus escenarios preferidos, y así queda plasmado en «El Baluarte», junto a los conseguidos dibujos de Pablo García.

«Todo en Cudillero va a dar a la mar», escribe Javier Reverte en el XXIX cuaderno literario «Escritores en Cudillero», donde reproduce sus vivencias junto a un Cantábrico por el que siempre sintió nostalgia, y donde relata con gracia alguna escena vivida desde las terrazas del puerto. Reverte elogia a un océano que «ha templado el alma de tantas generaciones de pixuetos», ese Atlántico omnipresente en el que recalan todas las memorias, y no le falta razón cuando dice que en Cudillero todo va a dar a la mar, sobre todo si se mira desde este baluarte literario en el que desde «la merluza del pincho» que pondera Ignacio Martínez, y «saborea» Tico Medina, a «El milagro de Rufo el pescador» de Javier Montini, todo rezuma salitre por los cuatro costados.

Y si hablamos de mar una no puede dejar de mencionar «La galerna del 61», una gesta vivida por cientos de marineros que el periodista Juan Manuel Wes cuenta a partir del relato escrito en su día por Adolfo Iglesias, motorista en una de las embarcaciones que sufrieron aquel trágico temporal en el que murieron 83 pescadores, de ellos 22 asturianos y 4 pixuetos.

Si la huella marina está presente en la mayor parte de las colaboraciones, también tiene cabida el arte de la Quinta de Selgas, ese palacio afrancesado en el que a finales de junio se podrán admirar los bodegones que Luis Meléndez pintó en el siglo XVIII para el entonces Príncipe de Asturias.

No es menor el interés de la lectura que nos lleva a descubrir la vinculación de Jovellanos y Cudillero, donde descansó durante un viaje por la zona en 1792. En Piñera durmió en el «lugar y casa de Belandres sobre el mar de Cudillero», como él mismo dejó escrito en sus diarios. A Jovellanos, como a otros muchos visitantes, la bajada al pueblo «por una penosísima cuesta» le impresionó, al igual que el carácter de su población, «son gentes atentas y de buen trato».

Y un descubrimiento, el poeta Higinio del Campo que, oriundo de Cudillero, nació en Madrid en 1828 y murió en Oviedo en 1885 dejando escritas algunas poesías en asturiano y un largo romance.