Pola de Siero / Villayón,

F. TORRE / A. M. SERRANO

Tras un milenio de ausencia, el bisonte europeo vuelve a trotar por los prados asturianos. Un total de once ejemplares de esta especie que estuvo al borde de la extinción hace ahora un siglo y que cuenta en la actualidad con apenas 4.000 ejemplares en todo el mundo llegaron ayer a tierras asturianas, en concreto a dos fincas de Siero y de Villayón, procedentes de los Países Bajos, dentro de un programa de recuperación de este bóvido, el mayor mamífero terrestre de Europa.

La iniciativa que ha traído los bisontes a la región parte del Centro de Conservación del Bisonte Europeo en España, que ya hace dos años introdujo otros siete ejemplares, procedentes de Polonia, en una finca del municipio palentino de San Cebrián de Mudá.

Esta nueva iniciativa ha supuesto un esfuerzo aún mayor para el centro, ya que ha implicado el traslado de un total de 17 animales, once con destino en las dos fincas asturianas y los otros seis para reforzar el núcleo de Palencia. «Ha sido el transporte más grande de la historia de la conservación», señaló ayer en Siero Fernando Morán, director del Centro de Conservación del Bisonte Europeo en España. Una aventura en la que el medio centenar de personas implicadas ha tenido que sortear numerosos obstáculos.

El primero de ellos derivó de la necesidad de cargar a los animales en dos parques de países diferentes, Lelystad, en Holanda, y Han-Sur-Lesse, en Bélgica. Si bien en el primero todo fue bien, durante el trayecto entre un país y otro uno de los camiones de gran tonelaje que llevaban a los animales sufrió una avería que retrasó notablemente la partida.

Para colmo, a la llegada al parque belga se encontraron con problemas a la hora de cargar a dos de los bisontes que debían recoger, que sufrieron algunos daños, lo que motivó que uno de ellos, que consideraron que no estaba en condiciones de completar el trayecto hasta España, se quedase en el parque. Así las cosas, la llegada de los bisontes, prevista para el jueves, se retrasó hasta la jornada de ayer, y en vez de los doce que debían llegar a Asturias, fueron once los que finalmente completaron el viaje.

En la braña del Zapurrel, propiedad del marqués Javier Navia-Osorio, hicieron acto de presencia sobre las siete de la tarde. Allí cambiaron para siempre la estampa de esta finca de 1.200 hectáreas, en la que convivirán con otras especies. Este es uno de los motivos que hacen singular la llegada del bisonte europeo a este concejo de la cuenca naviega. En Siero, los bisontes no convivirán con otras especies. En Villayón, sí. Allí hay rebeco, cabra montés y corzo, otros herbívoros «a los que se tendrán que adaptar», explica el naturalista Santiago Baos, movilizado junto con otros especialistas para que la suelta se realizara sin problemas.

El bisonte come ramas en el bosque y hace una labor de limpieza. «Renueva la biomasa y la simbiosis con otros animales demostrará que es una especie que ayuda al ecosistema. La fauna aumentará porque habrá más renovación y más alimentos», explica Baos. En Villayón viven desde ayer dos machos y cinco hembras, una de las cuales permanece en observación por los efectos de la anestesia. El resto, ya pasta por un terreno cercado.

Los bisontes tardaron ayer unos veinte minutos en salir de los trailers en los que viajaron los 1.800 kilómetros que separan un antiguo parque de su actual recinto, en el que vivirán en semilibertad. Los ejemplares, que ya son parte de la estampa asturiana, tienen entre uno y cuatro años y un peso de entre 150 y 200 kilos. Se estima que su vida media, con los cuidados que les proporciona estar controlados, será de unos veinte años.

Todos ellos llevan un chip, es decir, una identificación electrónica que, según Fernando Morán, permite «que sepamos en todo momento qué pasa con ellos». En la finca de la braña del Zapurrel, la más grande Asturias que está cercada, tiene suficiente espacio «como para perderse». Por este motivo allí podrán convivir dos machos, que normalmente luchan por el poder. En caso de problemas, «uno de ellos podrá alejarse», indica Baos.

En su primera media hora en Villayón los bisontes se movieron unos pocos metros. En la braña del Zapurrel se congregó medio centenar de personas que, en silencio y en un alto, como ordenó el naturalista holandés Joep van der Vlasakker, pudieron observar la suelta. Los animales se lanzaron a comer las primeras hierbas y, ajenos a la expectación, se mantuvieron cerca del camino y no tocaron las praderas que se extendían a sus lados.

Villayón será en lo sucesivo su lugar de apacentamiento. Ahora, se espera que puedan criar en Siero y en este concejo occidental. En ambos casos, el clima es perfecto, explican los expertos del programa, y no les faltará alimento. La próxima semana se vigilarán de cerca su estado y evolución.