Cangas del Narcea, Pepe RODRÍGUEZ

El Suroccidente asturiano ha tenido este curso 905 alumnos en sus colegios que necesitan transporte escolar. Algunos de ellos requieren, simplemente, de un autobús que les lleve en un periodo de tiempo razonable a su centro educativo, por lo que no se diferencian de otros muchos que hacen lo mismo en las ciudades. Sin embargo, la orografía de todo el Suroccidente hace que algunos tengan que vivir auténticas aventuras diarias para poder estudiar, como es el caso de las hermanas Feito de Beveraso (Allande).

Su odisea diaria para ir al colegio -conocida a raíz del accidente sufrido hace dos semanas, al caer su taxi por un barranco en el alto de La Marta, lo que hizo que la pequeña, Lucía, caminase descalza más de seis kilómetros para buscar ayuda- es un ejemplo de las dificultades de los niños en la zona rural para acudir a las aulas. En Cangas del Narcea hay 309 alumnos que usan el transporte escolar, 210 corresponden de colegios rurales, que provienen de núcleos pequeños en los que no hay escuela. Estos atraviesan pistas mal asfaltadas, en su mayoría, y con condiciones meteorológicas muy adversas en invierno. En Degaña, hay 16 niños que acuden al colegio de Cerredo desde sus respectivos pueblos. En Tineo son 340 y en Ibias 60.

Los alumnos que más distancia tienen que recorrer, sin embargo, son los de Allande. Son 83 los que van al colegio de Pola transportados y 7 al colegio de Berducedo. Los niños del Valledor, por ejemplo, tienen que bajar hasta la capital en un recorrido que puede alcanzar los 50 kilómetros, con una comunicación por carretera muy complicada. Los chavales de Tremao del Valledor, San Salvador o La Feguerina llegan a tardar más de una hora en llegar a su escuela. Las hermanas de Beveraso echan 50 minutos siempre y cuando no haya niebla o hielo, algo habitual en invierno. «Ya se ve como está la carretera, no es sólo la distancia», señala Jesús Carlos García, el taxista encargado del transporte junto a su padre, Delfín, en referencia a que cinco kilómetros son de tierra. No es de extrañar que esta ruta quede desierta en el concurso que se abre cada año. Jesús Carlos y Delfín García llevan, así, 13 años haciéndola y son casi como de la familia de las niñas.

El despoblamiento de los núcleos rurales -en Beveraso, la única casa habitada es la de la familia Queipo- hace que se vayan cerrando las escuelas de los pueblos y, por lo tanto, los niños tienen que ir hasta sitios más lejanos cada vez. A ello se suma el problema de que con menos de tres niños en una zona determinada no hay derecho a transporte, en edades de escolarización no obligatoria, lo que lleva a problemas como el que se vivió Amaya García Cuesta, de cuatro años y residente en El Caleyo. No consiguió transporte para ir a la escuela de Berducedo, en Allande. Las distancias son mayores si se tiene en cuenta el estado de las vías, en muchos casos, es lamentable. Es habitual encontrar placas de hielo, nieve cerrando las pistas o mucha niebla... Los niños de la escuela rural tienen retos muy importantes que superar antes, incluso, de sentarse en los pupitres.