Cangas del Narcea,

Pepe RODRÍGUEZ

«Aquí tenemos horarios estrictos, nos vigilan mucho, pero en casa, con los padres, tienes menos cosas que hacer. Yo lo paso muy bien aquí». Quien dice esto es Roberto de la Mata, de El Rebollar (Degaña), que vive en la escuela hogar de Cangas del Narcea, en El Reguerón, durante el curso. Sus compañeros saludan la ocurrencia entre risas y parabienes.

Una docena de chavales ha vivido en esta escuela hogar este curso. La gran mayoría de ellos son de Ibias, por lo que ya se conocen de la época de escuela, pero también hay gente de Degaña, de Allande o de puntos lejanos del concejo de Cangas del Narcea. Son chicos que tienen que hacer el bachiller en el Instituto de Cangas y cuyo desplazamiento diario a sus casas es imposible. Es por eso que se pasan el curso, de lunes a viernes, viviendo en El Reguerón, en un colegio mayor de edades entre 16 y 18 años.

Cuentan que las dinámicas son muy diferentes, dependiendo de si la gente está en su primer o segundo año de estancia. Mayte Díaz, de Pradías (Ibias): «Al principio de estar aquí ibamos todos los días a un bar de Cangas a pasar la tarde. Pero íbamos tanto que llegamos a aburrirnos y ahora quedamos más por aquí». Porque los horarios son estrictos en la escuela hogar de Cangas.

Los chavales se levantan a las siete y veinte de la mañana para ir al instituto. A las dos y media de la tarde es la hora de la comida, una comida que tiene merecida fama en el concejo. Es desde que acaban de comer y hasta las seis y cuarto cuando gozan de cierta libertad pues, a partir de ese momento, tienen dos horas de estudio hasta la hora de la cena. A las once y media se apagan las luces.

Los residentes en la escuela hogar, por supuesto, se comportan acorde a su edad y alguna que otra trastada han protagonizado, así como algún que otro botellón de fin de trimestre o exámenes.

«Igual no había que contar eso en el periódico», murmuran entre ellos, pero no pueden evitar reírse juntos con la última aventura que han vivido: «Vino una cuidadora nueva hace un mes y compramos un ratón para darle un susto. Uno de estos feo, blanco, como de laboratorio. Pero Miriam se encariña tanto con los animales que lo tiene en casa (ríen todos). Estaba como quería, que le dábamos jamón york, chorizo y de lo que pillábamos».

La mayoría de ellos estudiará el año que viene en Oviedo, pero siempre recordarán su estancia en la escuela hogar de Cangas.