Arbeyales (Somiedo),

Roberto F. OSORIO

Existen vecinos ruidosos, vecinos molestos... Pero los que tienen en el pueblo somedano de Arbeyales reúnen alguna de las características anteriores, además de un apetito voraz. Una manada de lobos domina actualmente los alrededores del pueblo e incluso se adentran en él a pleno día. Los lugareños están acostumbrados a convivir con la fauna silvestre pero nunca se imaginaron esto.

Muchos vecinos han sufrido en sus ganados el ataque de los cánidos, pero el que ha soportado la mayor carga ha sido Jorge Martí Calzón. Este joven pastor ha perdido en un año setenta cabras de su cabaña ganadera, la mitad de su rebaño, que han sido el banquete preferido de los lobos de Monte Grande. La desesperación ha hecho mella en el ganadero, que ve como sus ilusiones se van con cada animal muerto y desaparecido.

Jorge Martí es natural y vecino del pueblo de Arbeyales. Se crió con ganado en casa, cabras y vacas. Fue guarda del Principado y de la Patrulla Oso durante ocho años. Decidió apostar por quedarse en el pueblo y buscar un futuro en la cría de cabras seleccionadas. Lleva un año de ganadero de caprino a título principal. Es uno de los pocos cabreros de la zona, el que mayor número de reses de caprino tiene en Somiedo. Los demás han abandonado en la casi totalidad, pues no compensa un trabajo tan duro para no obtener mas que desilusiones y perdidas. «Otro año como este y a la ruina», teme.

Ha hecho números y asegura que ha perdido en un año más de 20.000 euros. El desglose es sencillo. El Principado le debe desde hace un año 7.000 euros en daños. Tan sólo ha podido demostrar la pérdida de unos treinta animales, pues de los otros cuarenta no ha encontrado ni el pellejo. Hay que tener en cuenta que una cabra para la media docena de lobos del grupo no supone mucho alimento. No dejan ni los huesos. Ha perdido parte de una subvención, unos 6.000, que tenía por la incorporación como joven ganadero. Ha tenido que comprar animales para mantener el cupo de 140 cabras, pues si no pierde otra ayuda de la Consejería. Ahora afirma con dolor que ya no puede comprar ninguno más, pues ya no le queda dinero. Y se le suma otro gasto más, pues tiene los cabritos encerrados a pienso: sabe que si los echara al monte, los lobos se los comerían.

El de Arbeyales cree que a las autoridades «se les llena la boca con la economía sostenible del campo, con la ecología y el mantenimiento de la población en los pueblos. Después yo tengo que financiar a la Consejería el mantenimiento de los lobos. Llevo sin cobrar los daños un año entero». Asegura que son muchos los ganaderos que están en la misma situación sin obtener las indemnizaciones de daños de fauna silvestre.

Jorge Martí cuida a las cabras con mimo. Duermen encerradas por las noches. Solo las suelta por el día, pero los lobos conocen su rutina y las atacan a cualquier hora. Los vecinos de Arbeyales pueden ver las persecuciones y matanzas desde sus casas. Sus cinco perros no pueden evitar la sangría de tres o cuatro animales perdidos a la semana. «Sabia que iba a tener perdidas, pues llevo toda la vida con ganado. Lo que no podía imaginar era este numero de bajas», lamenta. En años anteriores las pérdidas eran unos 16 animales por el lobo y el oso. Martí no puede asumir más pérdidas y teme haberse equivocado al haber elegido el campo.